IV Domingo de Cuaresma, Ciclo A.

San Juan 9, 1-41: ¿Será que nosotros no vemos?

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

El cuarto domingo de la Cuaresma incita a la alegría. Cuando Jesús es, además de agua viva, luz en el sendero, todo está abocado al optimismo, al entusiasmo. En definitiva, la proximidad de la Pascua, nos lleva a contemplar la luz que espera detrás del fracaso aparente de la cruz.

1.- Todos los días, y no hay día que transcurra sin uno de ellos, ocurren pequeños milagros a nuestro alrededor. Alguien, con cierta razón, llegó a decir: “no hay motivos para no creer, todo lo que acontece por insignificante que sea, es inspiración divina”.

¿Que cuesta percibir la intervención de Dios, y su presencia, en todo aquello que hacemos, tocamos o somos? Puede ser. ¿Pero, no será que estamos más ciegos de lo que creemos y, que precisamente por eso, porque no vemos con nitidez, nos cuesta agradecer los dones, los regalos, los grandes o pequeños prodigios que Dios obra en nuestra vida, salud, trabajo, etc.?

2.- Estamos tan metidos en oscuridades y en problemas que, sin quererlo, todo ello se convierte en gigantescas cataratas que nos impiden ver, juzgar y actuar con claridad, a la luz de la fe, en los acontecimientos de nuestra existencia.

*El ciego de nacimiento, cuando vio, confesó públicamente lo que sus padres no se atrevían: el poder y la acción de Jesús. ¡Cómo vamos a confesar nosotros, la luz del Señor, si preferimos marchar por túneles que conducen al desencanto, al desenfreno fruto de nuestra ceguera espiritual!

*El ciego de nacimiento fue valiente. No le tembló el pulso a la hora de indicar la fuente de su luz; el causante de la recuperación de su visión: Jesús de Nazaret. Pero claro, el ciego, recuperó la vista. ¿No será que, nosotros, permanecemos en una constante ceguera o miopía espiritual que nos impide confesar la presencia de Jesús, su fuerza, su mano, su Palabra o su importancia en nuestras vidas?

*El ciego de nacimiento fue agradecido. No sabemos si era pobre o rico, alto o bajo, prudente o primario, abierto o cerrado…..lo que si sabemos es que, Jesús, le proporcionó aquello que más necesitaba: la luz. Nosotros, por el contrario, ¿qué pedimos a Dios? ¿Luz para conocer, o fuegos de artificio para disfrutar? ¿Comprender las cosas tal como son o maquillaje para observarlas según nuestro propio interés? ¿Encontrar a Dios en el día a día de nuestra vida o buscar explicaciones en la ciencia para dejarlo en la orilla?

3.- Demos gracias a Dios, por supuesto, porque nuestros ojos contemplan las grandes o pobres maravillas del mundo. Pero, al hilo del evangelio de hoy, recordemos también que “no hay mayor ciego que aquel que no quiere ver”. Y aquí podemos estar nosotros: Cuando nos empeñamos en no sentir a Dios. Cuando vemos una cruz y no reflexionamos sobre la historia tan humana y tan divina que esconden sus dos maderos. Cuando escuchamos la Palabra de Dios y nos deja indiferentes y ciegos en lo nuestro. Cuando nos preguntan sobre nuestra fe y respondemos “eso es cosa de los curas, de la Iglesia, de los catequistas.”

3.- El mundo cuanto más se aleje de Dios, más se acercará a su autodestrucción. Entre otras cosas porque la visión de Dios aporta las fuerzas y energías necesarias para trabajar a favor de la dignidad integral (no interesada) del ser humano. Y, entre otras cosas, porque un mundo autocomplaciente, egocéntrico y con cataratas espirituales lo único que hace es elegir el camino equivocado que le llevará a constantes y graves tropiezos.

Ser ciegos en el conocimiento de Jesús, de Dios, de su Palabra es una afección mucho más grave que ser ciegos para reconocer los colores.

¿Crees en mí? Nos pregunta Jesús en este domingo de la alegría. ¿Qué le contestamos? Empecemos por decirle: ¡Señor que te vea! ¡Y, luego, daré gracias por conocerte, por verte y por curarme de tantas dolencias que afectan a mi pensamiento, corazón, alma o espíritu!

¡Señor, que te vea! ¡Y, luego, dame la fuerza necesaria para defender tu señorío frente aquellos que dicen que, las cosas en la vida, ocurren por casualidad o por simple azar!

4.- ¿SOY CIEGO, SEÑOR?

Digo creer en Ti, y vivo como si no existieras

Pretendo caminar por tus sendas y no palpo tu presencia

Presumo de conocerte y apenas escucho tu Palabra

Digo que ¡nadie hay como Tú!

y tiemblo cuando las dificultades asoman

¿SERÉ ACASO CIEGO, SEÑOR?

 

Abro los ojos ante el mundo

y me cuesta decir que Tú lo mueves

Confieso que Tú eres la luz del mundo

y me escondo en oscuridades peligrosas

Rezo mirando al cielo

y a la vez me fío demasiado

de las decisiones del mundo

¿TENDRÉ CEGUERA ESPIRITUAL, SEÑOR?

 

Soy humano y, muchos días,

me considero exclusivamente divino

Soy pecador y, queriendo o sin querer,

me las doy de justo y honrado

Afirmo conocer todos los secretos

y, a mis ojos, se escapa lo esencial

Conozco la ciencia y la matemática

y no sé cómo encontrarte en mi vida

¿SERÉ CIEGO, SEÑOR?

 

Porque leo tu Palabra

y, pienso que es para los demás

Escucho tu Palabra

y creo que no va conmigo

Camino, subo y bajo, corro y avanzo

y me tropiezo a cada instante

dándome de bruces

contra mis propias ideas y pensamientos

¡CAMBIÁME, SEÑOR!

 

Mi naturaleza humana, para reconocerte

La forma de mirar para no perderte de vista

El ritmo en mi caminar para ir a tu lado

El ruido de mi existencia para escuchar tus pisadas

Los nubarrones de mis pensamientos

para que Tú seas la luz de todo mí ser

¿ESTARÉ CIEGO, SEÑOR?

                 2 de marzo de 2008