Solemnidad de la Natividad del Señor. Ciclo A. 

Juan 1, 1- 8: Navidad: ¡El Dios a la vista!

Autor: Padre Javier Leoz

 

1.- La promesa esperada por profetas, hombres y mujeres de buena voluntad se cumplió: Dios se encarnó en Cristo voluntariamente. Es el gran intento de llegarse hasta el hombre y, Aquel que habitaba en el cielo, lo consiguió aunque una mayoría entonces (y también hoy) no se percatasen de su llegada: habló y no escucharon, vino y miraron en dirección equivocada.

La Navidad es, saber y vivir, que Dios es amor. Pero, ese amor, no se ofrece cómodamente desde la distancia o disimulado por el más allá de las nubes o de las estrellas. Dios, entre el delirio y la locura, se rebaja para ponerse al mismo nivel que nosotros: se hace niño como nosotros, será joven como nosotros y, en la madurez, morirá como nosotros.

2- .La Navidad caer en la cuenta que, si Dios se hizo hombre, algo bueno debemos de tener cuando, Dios mismo, quiso ponerse en nuestra propia piel para sentir y sufrir nuestras mismas circunstancias, darnos una palabra de aliento o indicarnos esos caminos que se convierten en sentimientos de paz y de sosiego, de felicidad y de hermandad entre todos.

¿Qué tienen estos días de Navidad que restañan heridas y acercan pueblos? ¿Qué encierra, este día, que sopla y hace fluir lo mejor de nosotros mismos? ¿Qué esconde este tiempo en el que hasta nos atrevemos hacer tan buenos propósitos? ¿Será el secreto de que por fin, la Palabra, se revela en un rostro llamado Jesús?

3.- ¡Dios baja voluntariamente pobre a la tierra! La Navidad es el salto gigantesco que Dios hizo desde la orilla del cielo hasta nuestra tierra, de su ser divino hasta la realidad humana. ¡Se puede pedir más a un Dios anonadado! El nacimiento de Cristo es la razón suprema de la Navidad.

Sin necesidad de exigencias, sin ruegos ni súplicas, Dios – en un supremo acto de ternura hacia nosotros- vino, viene y vendrá. Nació en un pesebre cuando muchos lo esperaban en palacio y flanqueado por alabarderos y de oros finos. Fue arropado por simples pañales en la soledad de la noche cuando otros lo soñaban entre mantos y en olor de multitudes. Ese, ni más ni menos, es el Dios de la Navidad: un Dios desconcertante y pobre. No hay otro camino, es la puerta obligada y la condición de todo auténtico adorador del Niño: pobreza y humildad.

4.- ¡Dios baja voluntariamente pacífico a la tierra! La Navidad, cuando apunta y alumbra a Dios, se convierte en una espoleta de paz y de fraternidad. Entrar en el Portal en este día es ser conscientes de que la humanidad, más que nunca en nuestros días, necesita de Alguien que acalle el ruido de las armas, que ponga unión en las familias, serenidad en las mentes retorcidas, perdón y reconciliación entre las naciones, gratuidad y amor frente tanto egoísmo suelto.

La Navidad, es el nuevo orden que Dios quiere proponer en nuestra tierra. Muchos, como entonces, tampoco se darán cuenta. Seguirán creyendo que Dios hace tiempo que enmudeció o que dejó de interesarse por el hombre. Que Dios se olvidó de nuestra realidad sufriente. ¿Cómo la vivimos nosotros?

En medio, de tanto colorido desvirtuado cuando no de tanto contrasentido navideño, Dios, por encima de todo, nace. Esa es la gran verdad: ¡nace de nuevo en cada corazón y en cada hombre que quiera y este dispuesto a acogerle!

Entre otras cosas, porque a Dios humanado, se le recibe libremente y nunca a la fuerza. Al fin y al cabo, también El, llegó hasta nosotros espontáneamente y sin ningún tipo de contraprestación que no fuera la Fe.

¡Qué paradoja la de Navidad! Dios, que había sido siempre Palabra, se hace presente y embajador celestial a un Niño que no sabe hablar. Pero, cuando se mira a ese Niño, y se escucha nítidamente, se aprende una gran lección en el secreto que nos trae: DIOS ES AMOR. ¿Seremos capaces de percibir y atender este mensaje? Para ir a Belén no hay más camino que el del amor ni mayor milagro que el de la Fe. ¡Feliz Navidad! ¡Dios ha nacido!

Y termino mi homilía con este diálogo con el Señor Jesús

**Señor Jesucristo, te damos gracias porque eres nuestro hermano. Porque siendo Dios, quisiste hacerte uno como nosotros, igual en todo, menos en el pecado.

**Porque viviendo eternamente con el Padre, viniste al mundo, a experimentar la vida humana con todas sus consecuencias. Y entre nosotros sentiste la vida, la alegría, el dolor, la compasión, y el amor.

**Te hiciste humano como nosotros, para que nosotros nos acercáramos a Ti. ¡Qué grande y qué pequeño eres a la vez Jesús! Por ello, te damos gracias y te pedimos que nos ayudes a asemejarnos a Tí, buen Jesús. A imitarte a Ti, en la bondad, en la paciencia, en la alegría, en el optimismo. En la lucha decidida contra el pecado, personal y social.

**Ayúdanos Señor Jesucristo, a vivir la unidad en la familia, en la Iglesia y en la sociedad. Ayúdanos Señor, a construir la paz ahí donde hace tanta falta, ahí donde reina la discordia; danos tu paz para hacerla presente.

**Danos tu gracia, Cristo, para que seamos tus testigos, y los hombres crean en Ti.

**Gracias Jesús por tu presencia en medio de nosotros, gracias por tu amor que nos salva, Amen