Viernes Santo

San Juan 18, 1-19,42: La Cruz: un arbol con abundante fruto y zumo

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

Fue necesario un Viernes Santo y lo sigue siendo en nuestro tiempo: para que alguien viva….otro tiene que aprender a morir en algo. Frente a muchos árboles dañados y con fruto envenado, es bueno plantar otros que garanticen la VIDA con mayúsculas, en un futuro.

La cruz, en este Viernes Santo, nos habla de la locura infinita del amor de Dios al hombre. Un amor que es misterio, desgarro y perdón. Si misterio, es la muerte de cualquier ser querido que ha compartido nuestra existencia, mucho más lo es la de Aquel que siendo justo y bueno, asumió todo en El para descubrirnos el valor de una palabra dada, de lo anunciado desde siglos. Para, que comprobemos en primera línea, la diferencia cualitativa y cuantitativa, de nuestros “amores interesados y dosificados”, al gran amor (inmenso y gratuito) de un Dios que no conformándose, con la manera con la que siempre había hablado a su pueblo, actúa desconcertantemente para que conozcamos a las claras su salvación. ¿Misterio? ¡Misterio y rompecabezas!

¡Este es el árbol de la cruz! Aquí se desangra un Dios que molesta a algunos por, el simple hecho, de que ha querido ser, también, hombre. Que descoloca a otros, porque simplemente, prefiere permanecer en la cruz sin ceder a chantajes de los que le gritan.

¡Este es el árbol de la cruz! Sin imposiciones, sin especiales efectos, sin fuegos en las zarzas, ni grandes escenografías: ¡DIOS DESNUDO! Así vino en Belén y…así se nos va en el calvario: desnudo. Nunca, la grandeza divina, alcanzó tan alta cota de humanidad.

¡Este es el árbol de la cruz! Recojamos el zumo de su fruto: la redención. Seamos capaces de reconocer su savia, como surtidor de vida para todo aquel que es capaz de beberla con fe y de recogerla con contemplación.

Vino Dios, por una puerta pequeña en Belén, y se marcha por otra mucho más pequeña y más castigada: la humildad, el silencio, la soledad, el abandono, la traición, la negación….

Pero, entonces en Belén y hoy en el calvario, Jesús sigue despertando los mismos sentimientos:

Ante el acomodado: rechazo

Para el orgulloso: incomodidad

Ante el poder: desestabilización

Para el egoísmo: desprendimiento

Ante el que cree; amor.

Para el que espera: salvación.

Ante el que le sigue: fe

Hoy, Viernes Santo, (como entonces en Belén) habrá muchos que vivan indiferentes al amor y a la ternura de Dios. Nació el amor en el pesebre y, de nuevo vuelve a renacer, en un pesebre alzado en forma de cruz. ¿Se puede hacer algo más por el hombre?

Hoy, Viernes Santo, (como entonces en Belén) habrá otros tantos que intenten aniquilar a los que asciendan a los árboles de la verdad y de la paz, de la justicia y de la dignidad humana. A los que son pregón de un mundo en dirección opuesta a la que va.

Hoy, Viernes Santo, (como entonces en el Calvario) se levantará algún que otro dedo acusador señalando a los demás para disimular sus propias vergüenzas.

Hoy, Viernes Santo, (como entonces en el Gólgota) Dios muere y muere por lo mismo: por un hombre que se resiste a entender que, a veces el amor de Dios, viene de forma imprevisible. Incluso sorprendiéndole (sorprendiéndonos), y produciendo escalofríos en la cruz. ¡En verdad, éste, era Hijo de Dios!

ORACION A LA CRUZ: ¡DÍNOS, TU, CRUZ!

¿Qué se siente al ser sostenida por las manos más justas que jamás un madero acariciaron?

¿Qué se siente al ser cargada por el mejor de los hombres con paso firme y dejando tras de sí huellas en infinito reguero de sangre?

¿Qué se vive cuando se es traspasada y siendo soporte del dolor sin límite y de la muerte sin defensa alguna?

¿A dónde se mira cuando fuiste elevada con el amor ajusticiado, sin derecho a réplica y con la burla al pie de tu estilizada silueta?

¿No te estremeciste cuando pensaron en ti como altar donde se desangró aquel cordero que, con su sacrificio, sigue otorgando el premio de la eternidad a los hombres?

¿No te revelaste desde la azotea de tu ser madero cuando aquellos sellaron lo que nunca sintieron ni pensaron?: ¡INRI! Aquel que, siendo rey, guarda silencio por aquellos que asintieron y se lanzaron a un corredor de muerte después de un lavatorio cómodo, palaciego, cobarde y mezquino.

¿Qué se piensa cuando se es frontis de la justicia injustamente tratada; del amor con odio condenado; de la pasión con apasionamiento crucificado; del perdón con saña traspasado?

¿Qué se revuelve por dentro cuando se asiste impotente a la soledad de Aquel al que se quiere; de la bondad de Aquel al que se ama; de la quietud de Aquel que tanto dio sin esperar nada a cambio?