Vigilia Pascual

San Mateo 28, 1-10: Del ayer al hoy: Una sucesión de noches. ¡Aleyuya!

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- En esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo ha pasado de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración (Monición para el lucernario, Vigilia Pascual).

La iglesia revive y vela en esta noche, allá donde está presente, la sucesión de las etapas de la salvación: desde sus inicios (en el Génesis) hasta la hora de Jesús (el Evangelio)

Porque no hubo testigos de la resurrección de Cristo, la iglesia, no quiere perderse este momento: ¡Cristo ha resucitado! Porque, la Iglesia, quiere saborear y contemplar aquellos momentos de salvación que Dios ha realizado con su pueblo no quiere vivir de espaldas a esta noche.

¡Cantemos con alegría desbordante el regalo y el fruto de la pascua del Señor! ¡Todo, en Jesús, se ha cumplido! ¡El proyecto de Dios llega a su fin! ¡El proyecto de Dios se consolida definitivamente con la resurrección de Jesús! En esta noche, este gran acontecimiento, no puede pasar desapercibido

Con las tres mujeres, que se acercan al sepulcro, mucha gente de nuestro mundo llega y se queda paralizada ante la puerta del sepulcro. No saben que, Jesús no estaba llamado a las cenizas, sino al triunfo. ¡Ha resucitado! Aquel Alba, único e irrepetible para Jesús (pero futuro para los que creemos en EL) se convirtió en el broche y en el objetivo de la Pascua de Jesús: ¡Todo esto era necesario para que se cumplieran las sagradas escrituras! ¡Todo por el rescate del hombre! ¡Todo, sin dejar una coma escrita por Dios!

2.- Hoy, como en aquella madrugada, nos asomamos al sepulcro vacío y escuchamos: ¡No está ha resucitado! Y, si el Señor no está, no es porque lo hayan robado. Porque sea fruto de una broma macabra. Porque los discípulos jueguen a disimular o disfrazar la gran verdad de Jesús Maestro: ¡Volveré!

Hoy, en esta noche, como en el principio de la creación (donde todo era oscuridad y caos), como en aquella noche en que Abraham fue llamado a ser padre de numerosos pueblos, como en aquella noche en que María se convirtió en lámpara que alumbró a Cristo en Belén, como en aquella noche en la que Jesús estuvo a punto de pasar del cáliz amargo, como en aquella noche –sucesión de muchas noches- estamos en vela. ¡No queremos que nos venza el sueño¡ ¡No deseamos que, el Señor, se nos vaya sin darnos cuenta de entre las manos¡ ¡No podemos permitir que el Resucitado pase invisiblemente delante de nuestros ojos!

3.- ¡Bendita, esta noche, la última y la más gloriosa de otras tantas noches, traspasada por la fe, la luz, el amor y la ternura! Descosida y deshilachada en vendas y sudario que creyeron dejar, a una con la muerte, todo atado y bien atado.

Ayer era la silueta de la cruz la que nos invitaba a levantar la mirada. Hoy, en esta noche con la Iglesia en vela, afinamos nuestros oídos porque sabemos que un gran pregón se nos ha dado: ¡Ha resucitado! ¡El Cirio Pascual ilumina hasta los rincones más oscuros de nuestra existencia!

Aunque muchos no se den cuenta. Aunque otros prefieran a un Jesús enlosado o emparedado. Aunque otros se hayan quedado lacrimosos y agarrados a la cruz del Viernes Santo. Aunque otros, por el paso y el peso de los nuevos tiempos, hayan vendido a Jesús, no tanto por ruidosas monedas de plata, cuanto por cobardía o vergüenza. ¡Ha resucitado!

Hoy, hermanos, a partir de esta noche ya no podremos buscar a Jesús en el camposanto prestado. Hoy amigos, con el sepulcro dinamitado, a Jesús hay que buscarlo en la vida. Nosotros no creemos porque esté el sepulcro vacío; creemos porque hemos sentido a Jesús vivo y en nuestra vida. Una VIDA con mayúsculas que se nos es regala en la medida en que nos ponemos en movimiento para buscarla. Cuando nos ponemos en actitud de fe y de confianza. Cuando, lejos de mirar con el corazón roto hacia el calvario sangrante, cantamos con emoción contenida o sin contener delante del sepulcro vacío: ¡HA RESUCITADO!

4.- Busquemos a Cristo en su Palabra que es vida. En tantos gestos que nos ha dejado como cuño e impronta de su existencia. Descubramos a Cristo en la Eucaristía, memorial de su muerte y de su vida. Preguntemos por Cristo en el hermano, donde Jesús camina, llora, sufre y goza, a veces demasiado invisiblemente a nuestros ojos. Busquemos a Cristo

¿No lo oís? ¿No lo sentís? ¿No lo veis? Es el ángel del Señor. Una vez más nos dice que no busquemos a Cristo en esa dirección que nos lleva a la muerte. Que no lo busquemos en nuestros propios miedos, orgullos, miedos y vanidades.

¿No lo oís? ¿No os acaricia la suave brisa del caminar del ángel del Señor?

No busquéis a Cristo en vuestro vacío, en el camposanto del materialismo ni del poder, en el sepulcro de vidas encerradas en sí mismas. ¡No lo busquéis ahí!

5.- Esta noche, tal vez sin percatarnos del todo de su Misterio, se abre una nueva primavera para el mundo. Tenemos que llevar un mensaje de esperanza allá donde trabajamos, decidimos, lloramos o amamos.

Hemos sido, después de una sucesión de muchas santas noches, testigos del destello divino más grande anunciado desde siglos: ¡DIOS HA CUMPLIDO! Ahora nos toca a nosotros. Renovemos, con la misma fuerza que lo hicieron nuestros padres el día en el que nos bautizaron, el deseo de seguir a Cristo Resucitado.

¡Gracias, Señor, por haberme dejado compartir esta noche santa y dichosa!

Me he asomado a tu sepulcro, y en ese momento Señor, salías hablándome del triunfo de la vida sobre la muerte.

¡Ha merecido la pena, Señor, ser tu amigo!