III Domingo de Pascua, Ciclo A

San Lucas 24, 13-35: Camino de ida y vuelta

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Cuántas veces nos ha ocurrido el haber puesto todo nuestro empeño en un proyecto y, éste, se viene abajo. En cuántos momentos invertimos tiempo, ideas, creatividad, ingenio, dinero o esfuerzo y vemos que, los resultados, no son los esperados o los óptimos. Es entonces cuando surgen en nuestro interior, y también en el semblante que nos delata, las dudas, la decepción, el cansancio o la perplejidad.

Algo así debió de ocurrir con los discípulos de Emaús: tenían todas sus esperanzas puestas en Jesús. La libertad y la liberación, el futuro y sus intereses –todo- lo habían centralizado en Jesús. Y ¿qué ocurrió? Pues lo mismo que acontecía en los más cercanos a Jesús: volvían al lugar de partida, a sus orígenes, a sus trabajos…y lo hacían cabizbajos, pensativos y como fracasados.

Caminaban pero sin rumbo. Hablaban pero con nostalgia. Miraban pero sin horizonte alguno: ¡Dónde estaba Jesús! ¡Dónde quedaban sus promesas! ¡Dónde todas aquellas expectativas repentinamente quedaban sepultadas con su ausencia!

Los de Emaús, siguen dándose en nosotros; cuando pensamos que la fe es una frustración, cuando pedimos efectos inmediatos, cuando no dejamos a Jesús caminar a nuestro lado y nos cerramos a toda novedad y a su Palabra.

En el campo de la fe no todo es luz. Existen sombras y momentos de prueba. Noches en las que es necesario afinar nuestro oído para percibir la voz del Señor. Emaús es el camino que espera a todo creyente: no todo será fácil, no siempre todo estará claro. No todo saldrá como nosotros pensemos. Las dudas, la incertidumbre, la desilusión, los altibajos…acompañan en el itinerario del que sigue a Jesús.

¡Qué más quisiéramos un camino señalizado e iluminado por las certezas!

¡Qué más quisiéramos que una fe cosida y adornada por el traje de una seguridad permanente!

¡Qué más quisiéramos que un Jesús que nos hablara en los momentos más graves y decisivos de nuestra vida!

¡Pero no! Jesús quiere cristianos adultos. Conscientes de aquello que llevan entre manos y de aquello en lo que creen. Y, el camino de la fe, es una alternancia de luz y de oscuridad, de alegría y de pena, de fuerza y de debilidad, de aceptación y de rechazo. En la mayoría del testimonio de los santos se nos narra con frecuencia la “noche oscura”. Pero, a continuación, se nos indica que “el día siguiente” de esa “noche oscura” viene siempre garantizado y amanecido por la presencia y la compañía de un Dios que nunca falla.

.2.- Al escuchar este impresionante relato tendríamos que reflexionar sobre algunos aspectos:

a) Los grandes amigos no se demuestran cuando siguen a sus amigos en las horas de gloria sino, también, cuando aparentemente fracasan.

b) Los de Emaús no traicionaron a Jesús pero no perseveraron hasta el final. Dudaron de las palabras del Señor: “volveré”

c) Como los de Emaús también nosotros necesitamos un camino de ida. Es decir, un alejarnos de esas situaciones donde se mata a la verdad, donde no se escucha con nitidez la Palabra. En consecuencia necesitamos de un espacio para descansar y posibilitar que el Señor salga a nuestro encuentro

d) Nuestro Dios, y no lo olvidemos, no es un Dios derrotado ni arruinado. Su resurrección es para nosotros el trofeo, la victoria definitiva sobre nuestra propia muerte. Contemplar a Jesús como un simple liberador, como un líder o un personaje extraordinario en la historia de la humanidad nos, nos deja con el corazón tan vacío o inquieto como lo pudieron tener los discípulos de Emaús.

e) Por encima de todo, y a pesar de nuestras preguntas e incertidumbres, no podemos consentir que la razón o la apariencia nos traicione. Los de Emaús seguían queriendo a Jesús. ¿Le queremos nosotros? ¿Hablamos en el camino de nuestra vida de El? ¿No lo estaremos silenciando –y por lo tanto linchando- con nuestra cobardía y desesperanza?

f) Como los de Emaús puede que ni nos molestemos en buscar al Señor. Pero, el Señor, sale a nuestro encuentro. Nos alcanza y nos pregunta: ¿De qué habláis? Y ¿Qué le contestan? Ni más ni menos abren sus heridas por las que supura el desencanto, la desilusión pero no la falta de enamoramiento de Jesús. ¿Qué nos preocupa a nosotros? ¿Qué puesto ocupa Jesús en el termómetro de nuestras conversaciones, decisiones, elecciones, etc.?

Que el Señor, que no es ningún forastero o ajeno a lo que ocurre en nuestra vida, escuche de nuestros labios la misma invitación de aquellos dos compañeros de camino: “Quédate con nosotros, porque atardece” Porque, con Jesús, nunca es tarde (El es el Sol) pero si que es verdad que nosotros nos quedamos sin luz.

3.- QUÉDATE CON NOSOTROS, SEÑOR

Porque el camino por donde avanzamos

son kilómetros sin luz y con tropezones

Porque, sin Ti, es difícil reconocer y alcanzar

la paz y la felicidad que necesitamos.

Porque, sin Ti, el pan de cada día

se hace duro de masticar y desagradable al paladar.

 

QUÉDATE CON NOSOTROS, SEÑOR

Porque, sin Ti, es huérfano nuestro caminar

triste nuestro canto e insípido nuestro existir.

Porque, sin Ti, la vida no es vida

y, la muerte, el triunfadora sobre nuestra suerte

 

QUÉDATE CON NOSOTROS, SEÑOR

Porque, para vivir, necesitamos verte

Porque, para no fracasar,

es bueno que camines a nuestro lado

y compartas nuestras ilusiones y nuestros sueños

y te hagas sabedor y conocedor de nuestras dudas y fracasos

 

QUÉDATE CON NOSOTROS, SEÑOR

Para volver de lo antiguo a lo nuevo

Para regresar de los caminos equivocados

Para llevar esperanza a un mundo perdido

Para que, la noche de la fe,

dé lugar al esplendor de la luz del día.

 

QUÉDATE CON NOSOTROS, SEÑOR

Porque anochece si, Tú, no eres el sol que nos ilumina

Porque atardece si, Tú, no eres la luz que nos guía

Porque ennegrecen nuestros días si, Tú,

no les das paz, fuerza y armonía.

 

QUÉDATE CON NOSOTROS, SEÑOR

Para que la tristeza sea amordazada

por la alegría de la Pascua

Para que nuestra fe sea contagiosa,

pascual, vibrante y entusiasta

 

QUÉDATE CON NOSOTROS, SEÑOR

Y que no dejemos de avanzar por los caminos de la vida

dando a conocer lo que, tu presencia, aporta a nuestros días

Y que no dejemos de pregonar lo que, tu compañía,

enriquece a nuestro caminar por la tierra.