VI Domingo de Pascua, Ciclo A

San Juan 14, 15-21: Amar a Dios, como Jesús manda

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Vamos avanzando en este tiempo de la Pascua. Y, además a una con este sexto domingo pascual, iniciamos el mes de mayo tradicionalmente dedicado a Santa María Virgen.

Muchas cosas han acontecido desde aquel segundo domingo en el que, el Papa Juan Pablo II, como si fuera otro Santo Tomás, tocaba con su dedo el mismo costado de Cristo. Muchos ríos de tinta han corrido ya sobre la figura de Benedicto XVI.

2.- ¡Qué bien viene el evangelio de este domingo! ¡Si me amáis, guardaréis mis mandamientos! No es cuestión de conservadurismos o de progresismos. El Evangelio está para proponerlo sin ceder al intento de “descafeinamiento” según y cómo convenga a ese relativismo del que, el Papa Benedicto XVI, nos hablaba horas antes de ser elegido. Amar a Dios implica guardar en nuestra memoria, en nuestra iglesia, los pasos, consejos y hechos que Jesús ha dejado a su paso por nosotros. Sucumbir en ese empeño evangelizador, olvidando sus fondos más exigentes (aunque se nos pongan ciertos sabios de frente) sería traicionar la misión primera y última de la Iglesia: dar a conocer íntegro el mensaje de Jesús.

2. - Necesitamos del Espíritu Santo para, además de guardar las indicaciones de Jesús, evitar el que se queden empolvadas en la estantería de nuestra conveniencia, ópticas eclesiales o en la sensación de orfandad que podemos tener ante tiempos difíciles para la fe. Flaco favor hacemos al Espíritu Santo si, en vez de abrirnos a su presencia, echamos pasos atrás en nuestro firme convencimiento de que El va por delante inspirándonos y abriendo caminos para la fe. Flaco favor hacemos al Espíritu Santo si, en vez de poner nuestra confianza en El, nos dejamos llevar por un derrotismo que todo lo invade y que se convierte en un cáncer que nos paraliza pastoral y afectivamente.

El dinamismo y la creatividad, aunque sean importantes en nuestra acción pastoral, no son la panacea ni el botón mágico para la comprensión y la aceptación del mensaje, de la vida o de la presencia de Jesucristo. Cualquier espectáculo, con muchos menos medios, puede resultar más competitivo y más atractivo que cualquier celebración litúrgica que intente llegar al corazón del creyente. Abrirnos a la próxima venida del Espíritu Santo, en Pentecostés, puede suponer una fuente de inagotable frescura para nuestra iglesia, parroquia, comunidades, etc.

3. - Amar a Dios, no como algunos pretenden imponernos, sino como Jesús manda, exige un cierto grado de coherencia, de seriedad, de respeto a la Palabra y de santo temor de Dios, de compromiso y de hacer santo con nuestra vida, lo que El hizo santo a través de Jesús.

En cierta ocasión dos enamorados se separaron durante un largo tiempo. Antes de marchar, el amado le pidió a su amada: “si me quieres de verdad, guarda esta alhaja hasta mi vuelta”. Pasaron los años y, sin previo aviso, apareció el amado en el horizonte. Su esperanza y su confianza en la amada se desvanecieron, cuando al acercarse hasta a ella, comprobó que se había desprendido de aquella joya para vivir mejor.

Creo, que esta anécdota, ilustra perfectamente la situación que –sin ser alarmistas- se da en la vida de muchos cristianos. Hace tiempo que, por diversas razones que ahora no vienen al caso, han dejado que la joya de la fe (con mandamientos de Dios incluidos) se haya oscurecido o haya sido vendida (no precisamente para vivir más, mejor, ni con mayor ni más dignidad).

¿Cómo reaccionará cuando regrese “nuestro amado" Jesucristo?

Que el Espíritu Santo nos ayude a recuperar el brillo de la fe y, de esa manera, podamos (más que deslumbrar) indicar el camino que conduce hasta El.

Y os muestro, como todos los domingos, una oración. Esta es la de hoy:

ENSEÑAME, SEÑOR, A GUARDAR

Tus mandamientos, para que otros no me impongan sus ideas

Tus preceptos, para que nadie me cambie el sentido de las cosas

Tus Palabras, para que no me confundan otras totalmente vacías

Tus obras, para que no me seduzcan los que hablan y no hacen nada

Tus consejos, para que sepa distinguir el camino cierto del equivocado

Tu mirada, para que cuente hasta diez, antes de abandonar el sendero de la fe

Tu Eucaristía, para que sienta cómo desciende la fuerza del Espíritu Santo

Tu Ley, para que sepa diferenciarla de aquellas otras leyes caprichosas y falsas

Tu esperanza, para que no puedan más en mí, las dificultades que mi afán de dar a

conocerte

Tu iglesia, para que cuando vuelvas, la encuentres guardando con respeto, vida y veneración

la gran joya de tus mandamientos.

Amén.