X Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 9, 9- 13: El permanente contacto con Dios

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Han quedado atrás, insertadas en el Tiempo Ordinario, las festividades de la Trinidad o del Corpus. Y, regresando a la normalidad, con el verano llamando a nuestras puertas, el Señor, se acerca, nos habla y nos dice: ¡Sígueme!

La Pascua, junto con todas las solemnidades que últimamente hemos celebrado, ha debido de servir para llenarnos de Dios. Para profundizar en la verdad o falsedad de nuestra fe.

En cierta ocasión un buscador de tesoros marchaba por el desierto y se encontró con un maestro espiritual. Este último le indicaba: “si quieres conseguir un tesoro auténtico y valioso tendrás que excavar en la profundidad de las dunas”. Lo cierto es que pasaron los días, y aquel explorador, se negó a profundizar en la tierra alegando el cansancio y el hecho de que, tal vez, no existía nada en el interior de la árida arena.

No tenemos porque ser pesimistas pero, tampoco, ilusos optimistas. El Señor, en la época que nos toca padecer (y también sufrir) nos enseña que la fe se hace más consistente en periodo de prueba. Un puente, recién construido, demuestra su fortaleza y su consistencia cuando –como prueba final-- aguanta cierto tonelaje sobre sus cimientos.

2.- Las lecturas de este día tienen como denominador común una llamada a permanecer en el camino que, desde el día de nuestro Bautismo, emprendimos. Llegar al conocimiento de Dios es la gran asignatura de todos los que nos decimos cristianos. Vivir desde El y con El, debe ser el fruto de aquellos que decimos amar, admirar y seguir a Jesús de Nazaret.

Ciertamente, como aquel explorador o descubridor de tesoros (en la vida y sociedad donde nos movemos) podemos correr el riesgo de plegarnos de brazos ante una fe que languidece cuando vemos que no hay signos visibles de la presencia de Dios.

No podemos conformarnos con desplegar la pancarta de que somos cristianos (por el hecho de estar bautizados) y vivir una relación pobre o muy superficial con Dios. No me extraña que, como hemos escuchado en la primera lectura, Dios se queje de aquel pueblo suyo que hace muy poco por llegar a conocerle.

La fe, hoy más que nunca, no puede ser adorno, tradición, folclore, cultura, costumbrismo ni envoltorio. Debe de confirmar un camino que hemos elegido para configurar este mundo nuestro desde los parámetros del evangelio. ¿Qué no es agradable? ¿Qué surgen escollos y dificultades? ¿Qué tenemos el ambiente y ciertos medios de comunicación social en contra? Miremos a la cruz; ¿acaso Jesús lo tuvo más fácil que nosotros? ¿Es que pretendemos ser más que El?

3.- El camino de la relación de Dios con el hombre no es como un teléfono que se compra pero al que, luego no se conecta en línea. La fe, nos exige por lo tanto, vivir en un permanente contacto (personal y comunitario) con Dios. Y, para llegar a ese estado (en su doble vertiente hacia Dios y hacia los hermanos) es necesaria la línea de la misericordia. Es, ni más ni menos, el mejor tono.