XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 10, 26- 33: ¡Que se os vea! ¡Notengais miedo!

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- La iglesia, sobre todo en épocas pasadas, ha podido ser criticada por copar demasiado las esferas de decisiones y de poder. Eran otros tiempos y, cada época, hay que contemplarla con la óptica de aquella realidad. Lo contrario sería injusto.

¿Quién ha dicho que el anunciar el Evangelio, fuera empresa fácil? El amor, desde el Evangelio, no es una revista de corazón donde todo se compra y todo se vende. El amor, desde el Evangelio, implica renuncia y perdón, gratuidad y humildad. Y, esto, no precisamente está en boga hoy y aquí.

Últimamente, sobre todo con la dialéctica iglesia/gobierno en España, vemos con una claridad meridiana evangélica, que los esquemas del mundo (familia, matrimonio, etc.,) no son precisamente los que nuestros gobernantes desean para un futuro malentendidamente “progre”.

Ante esta realidad, dura y cruda, no caben las falsas excusas ni los cobardes miramientos: un cristiano o tiene claro lo que es decisivo desde el Evangelio o corre el riesgo de perderlo todo por el camino y convertirse, por lo tanto, en un salero sin sal, en un universo sin luz o en un mar sin agua.

Algunos, sobre todo aquellos que hablan y saben de todo, quisieran que el mensaje del Evangelio estuviera rendido a los pies del poder establecido. Que la iglesia se replegase en las cuatro paredes de una sacristía. Que las campanas enmudecieran y, en vez de bronce, fuesen de frágil papel rotas por el viento.

2.- Algunos poderes mediáticos, ciertamente, quisieran una iglesia más vacía de lo que está, con más temblor y temor del que tiene, a los que rigen o menos beligerante a la hora de defender posturas y credibilidad. Jesús, por el contrario, nos recuerda que, seguirle, implica incomodidades y deserciones, traiciones y sufrimiento, luchas e incomprensiones.

Estamos asistiendo a una etapa, yo diría emocionante y clarificadora, donde se nos presenta delante de nosotros un momento profético: quien sea, que sea de verdad y, quien no lo sea, que sepa lo que deja o lo que puede llegar descubrir: Jesucristo

3.- El único temor que debe paralizar a un cristiano es el vértigo que produce el no cumplir la voluntad de Dios.

El único pavor que debe sentir un sacerdote y laico comprometidos con su iglesia, es el haber callado cuando más necesaria era una voz denunciante

El único miedo que debiéramos de sentir, los cristianos enviados por Jesús, es saber que somos de su equipo, pero no lo defendemos ni jugamos en el terreno de juego con su código en mano.

Pidamos a Dios, en este domingo, que nuestra presencia sea más real, menos vistosa y más visible.

El escalador, según cuentan, deja de temblar cuanto más arriba está. Los cristianos, tal vez temblamos demasiado, porque igual no estamos donde tendríamos que estar: dando con valentía, la razón y la cara, por nuestra fe.