IX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 7, 21-27: Y la vida sigue

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Atrás han quedado celebraciones que, bien centradas, preparadas y vividas, nos pueden haber llevado a un fortalecimiento en la fe y en nuestro ser Iglesia.

¡Ojala que, Pentecostés haya dejado en nosotros ganas renovadas de seguir adelante como cristianos!

¡Ojala que, el Corpus Christi, con Cristo en el centro de todo, haya sido un revulsivo para convertirnos en entusiastas y pregoneros del amor que Dios nos tiene!

¡Ojala que, el mes de mayo, recién acabado, haya sido un camino que nos haya templado el espíritu y nuestra forma de ver las cosas y a Dios mismo, como lo hizo María!

¿Ha sido así? ¿Hemos vivido bien la Pascua? ¿Nos hemos abierto al Espíritu en Pentecostés? ¿Con qué se han quedado las retinas de nuestros ojos en el Corpus? ¿La custodia o Aquel que está dentro de ella?

2.- Sí, amigos. ¡Hay que edificar sobre firme! Flaco favor hacemos a la Iglesia, a nuestra fe y a nosotros mismos si nos quedamos en lo superficial.

“Señor, Señor”; ¡lo decimos tantas veces y de tantas maneras! ¿Pero, lo decimos de corazón? ¿Llegamos al fondo de las cosas? Hay amistades de primera y, por qué no decirlo, también de segunda.

Las amistades de primera son aquellas que son capaces de sacrificar, un momento, una felicidad y todo lo que haga falta para no perder a un amigo y, sobre todo, por servir y seguir a ese amigo.

Las amistades de segunda, por el contrario, vienen abanderadas por la simple apariencia: hoy sí, pero cuando no me conviene: ¡pues no!

¿Cómo es nuestra amistad con Cristo? ¿De primera o de segunda? ¿Sincera o ilusa? ¿Contrastada por el Evangelio o adornada por la recepción puntual de sacramentos y más sacramentos?

3.- Sí, amigos. Han pasado las principales solemnidades de nuestra fe cristiana pero, ahora, y sólo ahora, es donde, con las cartas sobre la mesa, se ven aquellas amistades que son verdaderas y bien fundamentadas (en Jesús) y las que, por lo que sea, son hoja que el viento se llevó.

Al retomar este tiempo ordinario, que dejamos allá por el 3 de febrero, tomamos conciencia de lo que somos y de lo qué queremos ser. Y, el domingo, Día del Señor, es un día especialmente señalado para levantar con solidez y con fundamento nuestro seguimiento a Jesús. Sin El, y no hay más que contemplar el panorama del mundo, somos marionetas de un gran guiñol pagado por los poderosos. Sin referencia a Dios, y no lo olvidemos, nuestra conciencia deja de ser objetiva y corre el riesgo de ser subjetiva, caprichosa y cambiante. Si no tenemos las cosas claras, Dios tiene la última palabra, nuestro mundo, nuestra sociedad y nuestro futuro será una casa sobre arena movediza, traicionera y con resultados catastróficos. ¿Qué es exageración? ¿Qué el hombre se las puede valer y entender por sí mismo? ¿Hay algo más arenoso y frágil que el hombre, su ideología, sus sistemas, sus modas, sus proyectos o su sentirse súper-poderoso?

4.- La gran obra que hemos de levantar, no ha de contar solamente con el elemento humano. Siempre es bueno recordar aquel constructor que, arrogante y soberbio, estaba convencido de controlar e imponerse ante todo. Un día, un obrero, le dio una gran magistral lección: “usted sabrá mucho, habrá estudiado otro tanto, nos humillará y nos tratará de ignorantes pero, le recuerdo, que sin el cemento, sin el agua y sin nosotros, usted no es nada, irá a la ruina”. Con la obra de Dios pasa tres cuartos de lo mismo. ¿Qué es nuestro apostolado sin Dios? ¿De qué sirven nuestras iniciativas, si en nuestras encuestas, dejamos de lado la respuesta de Dios? ¿Por qué nos desazonamos cuando no hay proporción entre esfuerzo y fruto recogido?

Que este Tiempo Ordinario contribuya a que sepamos elegir entre lo bueno y lo malo, entre crecer hacia arriba o en conformarnos con lo de abajo; en ser colaboradores del Señor o, en pensar, que somos autónomos y que por lo tanto, todo, depende de nosotros.

Intentemos edificar en serio. Con la ayuda de Dios. Huyendo de la comodidad y de una fe que no tiene más compromiso que el hecho de haber sido bautizados.

Es el momento, y todos los domingos lo intentaremos, de tener los pies en el suelo pero caminando a una con Dios. La vida sigue, y lo bueno de todo ello, es que Jesús va por delante dándonos pistas para no perdernos y ofreciéndonos buena piedra para que sepamos construir y edificar con seguridad su Reino en este mundo.

5.- QUIERO, SEÑOR

No quejarme, cuando mis pobres obras,

pesan más que el barro que las sostiene

No exclamar ¡Señor, Señor!

si, previamente, no me fié de Ti

si, primero, no busqué tu consejo

si, antes que nada, miré hacia el cielo

para construir con el agua divina

para levantar con el soplo del Espíritu

para edificar con la fuerza de la Palabra.

 

¡Sí, Señor! ¡Quiero, Señor!

Saber que, mi voluntad,

siempre será más pequeña que la tuya

Que, mi voluntad, será más lúcida

si la pongo frente al espejo de la que Tú me ofreces

si, ante decisiones y trabajos,

recurro a Ti como fuente de vida, verdad y fortaleza

 

¡Si, Señor! ¡Quiero, Señor!

Edificar bien, de una vez por todas

¿Me ayudarás, mi Dios?

¿Me enseñarás, Jesús?

¿Me empujarás, Espíritu Santo?

¿Me indicarás, Santa María del Camino?

 

¡Sí, Señor! ¡Quiero, Señor!

Huir de aquello que no sea sincero ni puro

De palabras que con un “Señor, Señor”

duerman mi conciencia

pero deje mi vida colgada en cuatro hilos.

Ayúdame, Señor, a comprometerme contigo

A no desfallecer cuando las cosas se tuercen

A no pensar que, yo, soy yo...y Tú no existes

A no creer que, mi vida, ya está resuelta y limpia

 

¡Si, Señor! ¡Quiero, Señor!

Dejar un espacio, un lugar, una ventana abierta

para que, todo lo que soy, todo lo que tengo

y todo lo que hago….

cuente siempre con tu bendición, sustento y apoyo

Amén.