Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista

San Lucas 1, 57-66.80: Luz en medio de la noche

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Cuando la primavera deja lugar al verano, y la noche se hace más fuerte que el día, sale a nuestro encuentro la festividad de San Juan Bautista.: emerge la figura del «hombre que no merecía desatar las sandalias del Salvador, pero a la vez el mayor de los nacidos de mujer».

A su nombre se han dedicado multitud de iglesias y de parroquias y, recogiendo sus palabras, miles y miles de hombres y de mujeres han gritado al viento, y lo seguimos haciendo con la misma fe hoy en día, “preparad el camino al Señor”.

2.- ¿Tenemos conciencia, como Juan Bautista, de ser voceros de Dios? ¿No estaremos gritando, defendiendo, clamando, añorando, persiguiendo, anunciando otras cosas que en nada se refieren a la voluntad de Dios?

Al celebrar la festividad de San Juan Bautista, encendemos una hoguera en la oscuridad de la noche. Y lo hacemos para que, también en nosotros, alumbre la luz de la verdad como destelló en las inquietudes y deseos de Juan: se sintió empujado, arrastrado y seducido por la espera de la llegada del Salvador. Fue aquella caña que, en medio de dificultades, dudas y tropiezos, se levantaba y avanzaba en medio del desierto preparando corazones, actitudes y sentimientos ante Aquel que estaba por venir.

¡Sí! ¡Así es Juan! El gran rompedor de caminos, pero para arreglarnos de nuevo. Para echar suelo firme en las personas que esperan, que anhelan, que se ilusionan con Jesús de Nazaret.

¡Sí! ¡Así es Juan! El que sigue indicando, en medio del desierto de muchas almas, en medio del desierto de una sociedad agonizante de esperanza, que Jesús esta por llegar. Que hay que mirar hacia el cielo. Que tenemos que volver de caminos equivocados. Que la opulencia y la abundancia no son sinónimos de felicidad sino de ansiedad.

Y es que, Juan, con tan poco, tuvo lo más imprescindible para ser feliz: se sintió enviado, mensajero de buenas noticias y del amor que Jesús.

3.- En estos tiempos donde, en algunas latitudes faltan vocaciones al Ministerio sacerdotal, es bueno detenerse ante la figura humilde y gigantesca de Juan Bautista: el hombre vocacionado por excelencia. No le faltaron zancadillas, murmuraciones, dudas y persecución por su ser profeta. Nada le amedrentó ni le hizo retornar de sus posiciones. La defensa de sus ideales, su báculo firmemente apoyado en la confianza en Dios y su intrepidez, le trajeron como premio el martirio.

Juan sigue siendo esa imagen atractiva y sugerente para nuestra vida cristiana. Hay que ser altavoz de Jesús y no sordina. Hemos de ponernos en camino y no detenernos en cada esquina con mil excusas. Tenemos que señalar que, el protagonista no soy yo (Iglesia, sacerdotes, catequistas, grupos, movimientos, fundadores…) sino Jesús que me envía para anunciarle y vivir con pasión y sin temblor nuestra vida y misión de católicos.

Que Juan Bautista nos ayude a prender, en medio de la noche, la llama viva de la fe. La hoguera de la caridad. La antorcha del Evangelio.

4.- JUAN BAUTISTA

 

Juan Bautista,

Tú que te adentraste en el desierto

para encontrarte frente a Dios,

intercede para que también nosotros

huyamos de aquello que nos impide

estar frente Aquel que nos dio la vida.

Tú, que con tan poco, fuiste feliz

descúbrenos los caminos que conducen

no a la riqueza y sí a la felicidad

 

Tú, Juan Bautista, que señalaste

al que era salvación y vida

que no confundamos nuestros líderes

con la verdad ni la paz

que no pongamos nuestras ilusiones

en la simple carne o apariencia

 

Tú, Juan Bautista, que llevaste al paladar

la miel silvestre

intercede ante Jesús para que, El,

sea el dulce que más valoremos

y por el que más luchemos.

 

Tú, que tanto supiste de oración y de penitencia,

empújanos a los oasis de encuentro con el Señor

a la reflexión sobre la austeridad y el derroche

al agradecimiento por lo mucho que Dios nos da.

Tú, que con tus manos, bautizaste al Autor de la Vida

Jesucristo, Señor Dios nuestro,

anímanos en el camino de la fe

en la vida de la Iglesia

en el seguimiento a Jesús.

 

Tú, que por ser fiel a tus principios,

alcanzaste la gloria del martirio;

ayúdanos a ser fuertes

a no echarnos atrás en el conocimiento de Cristo

a presentar, como Tú lo hiciste,

a Aquel que es vida y resurrección.

Amén.