XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 11, 25-30: ¡Somos unos privilegiados!

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

Sí, a nosotros: aunque a veces nos las demos de entendidos en todo; aunque presumamos de ser más listos que nadie; aunque, lejos de la sencillez, nos confundamos y nos perdamos en las telarañas de mil y una complicaciones que nos salen a nuestro encuentro. A nosotros; sí, a nosotros se nos revela Dios con toda su fuerza. ¿Qué tenemos para que, Dios, se nos manifieste una y otra vez, sabiendo de antemano que hoy le diremos “sí” y mañana, a la vuelta de la esquina “no”?

1.- El evangelio no puede quedarse escondido. Menos aún, quien lo ha conocido, puede concluir que: a Dios lo he descubierto y los demás allá cuidado. Cuando el Señor, con toda su fuerza, se acerca a nosotros, como lo hizo a Pedro –a orillas del Tiberiades- o a San Pablo, camino de Damasco, lo hace por dos razones: porque confía y porque nos necesita para llevar adelante su obra. ¿Somos conscientes de ello?

Alguien, con cierto humor, afirmó recientemente en un programa que “la gente está cansada de creer en Dios; que eso son antiguallas, producto de otras épocas pasadas”. ¡Qué va! ¡Al contrario! Quien está cansado es quien no ha descubierto el descanso que es creer y esperar en Dios.

-Se cansa, quien desespera

-Se agota, quien mira por sí mismo

-Cae en la extenuación quien, lejos de buscar espacios para el silencio, para la contemplación o para la oración, se deja arrollar por el ruido, el sinsentido, el vacío o el simple impulso de hacer por hacer o de trabajar por trabajar.

¡Venid a mí los cansados y agobiados! Y, ante esta invitación, no podemos menos que reflexionar sobre aquellos aspectos que producen dolor, hastío, desencanto, desilusión o apatía en nuestro camino.

--Con Dios, los acontecimientos se llevan mejor

--Con el Señor, las cargas, se hacen más ligeras

Con Jesús, los problemas –aún existiendo- se toman y hasta resuelven de otra manera. Porque, apoyarse en el hombro de Cristo, es dar la vuelta a las cosas. Es esperar contra toda esperanza. Es dejar que, la tormenta que nos sacude, se aleje de nosotros sabiendo que, Dios, pondrá todo en su lugar.

2. - En la actualidad, no hay más que asomarse a las pantallas de la televisión o escuchar las voces de los que se consideran grandes sabios en el mundo de la cultura o del poder, presumen de ser agnósticos. Incluso, algunos de ellos, propugnar un laicismo desmesurado. También, Jesús, se sintió decepcionado de aquellos entendidos y sabios que no comprendían ni acogían su mensaje y que, además, intentaban imponer su modo de ver y entender la sociedad y el mundo, a los demás.

No nos tiene que asustar la coyuntura actual: en el mundo opulento, caprichoso, materialista y excesivamente permisivo, no necesita de Dios. Pero ¿hasta cuando? ¿Qué ocurrirá cuando, las generaciones del futuro, vuelvan a sentir la necesidad, el hambre o la sed de algo más que pan o fútbol, disfrute o placer, relativismo o falsa felicidad? Ocurrirá lo que tiene que ocurrir: habrá un retorno a Dios. Porque entonces, no lo olvidemos, seguirán existiendo cristianos, hombres y mujeres, que serán un recordatorio vivo de lo que Jesús en el evangelio de este día proclama: “venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. ¡Cuántos yugos estamos poniendo en los hombros de muchas personas! ¿Quién aliviará ese peso?

¡Cuántas falsas esperanzas estamos dejando en una sociedad maquillada por el camino fácil y el todo vale! ¿Quién resolverá las grandes soledades?

Comienza este mes de julio. Que, el cansancio que podamos sentir, lo pongamos a los pies del Señor. Y, Jesús, sabrá recomponer nuestras fuerzas gastadas día a día por El y por su Reino.

3.- ¡CANSADO ESTOY, SEÑOR!

De la vida que llevo;

porque siento que se me escapa

entre mis manos, y no la disfruto.

De muchas palabras;

porque veo que son verdades a medias

y, por lo que sea, me fío más que de las tuyas.

De mis actitudes;

porque no son reflejo del amor que te tengo

porque se quedan de la sencillez que me pides

 

¡CANSADO ESTOY, SEÑOR!

¡Dame vida con tu Palabra!

Para que descubra el sendero verdadero

¡Dame luz con tu mirada!

Para que no me confundan

los que pregonan el mundo a su manera

¡Dame alegría con tu Espíritu!

Y no me quede con cara larga

ante tanto suceso trágico o triste

que sacuden lo más hondo de nuestra tierra

 

¡CANSADO ESTOY, SEÑOR!

Haz que me sienta débil;

para que Tú seas el fuerte

Haz que sea sencillo;

para que descubra tu belleza

Haz que recupere el brillo de la fe;

para que nunca diga “¡basta!”

Gracias, Señor;

porque, siendo como soy,

acercas tu hombro a mis fuerzas

asaeteadas por las prisas y los agobios,

los vacíos y los fracasos de mi existencia

Amén.