XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 13, 1-23: Modos nuevos para tiempos nuevos

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- El mensaje de Jesús es un producto único y de una riqueza extraordinaria. ¿Por qué, entonces, no cala en la sociedad donde vivimos? La Palabra de Jesús, cambia de arriba abajo a aquel que la recibe. ¿Por qué tanta impermeabilidad en los hombres y mujeres de nuestro tiempo? El Reino de Dios viene, todos y cada uno de los días, a todos y cada uno de nosotros. ¿Por qué no lo sentimos?

La iglesia, depositaria del Evangelio, se ha desplegado (con pobreza y riqueza, contradicciones y limitaciones) a lo largo de todos estos siglos con un único afán: que el mundo conozca a Jesucristo.

Unas veces, sin tantos medios como ahora, lo ha conseguido. Otras, inmersa en su propia debilidad, se habrá quedado lejos de ese objetivo. Lo cierto es que, nunca como hoy, los agentes evangelizadores disponemos de tantos medios técnicos, pastorales, económicos como materiales, para ofrecer el mensaje de salvación y, nunca como hoy, nos encontramos con ese terreno pedregoso donde tan difícil resulta el sembrar todo lo que suene a Dios.¿Dónde fallamos?

2.- El Evangelio siempre será el mismo. Pero, también es verdad, que nos las hemos de ingeniar para –sin perder lo genuino- proponerlo con un lenguaje nuevo y usando todos los medios a nuestro alcance. Si Jesús hablaba frecuentemente en parábolas era, entre otras cosas, porque sabía de antemano que las cosas de Dios resultaban –a veces- incomprensibles a la razón. Tal vez ha llegado el momento de dar un paso entre el comunicador y la asamblea, entre el predicador y los fieles: que la explicación del evangelio sea una interpelación seria y no algo que estamos deseando finalice cuanto antes.

Pidamos al Señor por aquellos en los que la fe comenzó a germinar pero no se han preocupado por darle consistencia.

Recordemos ante el Señor, a tantos amigos nuestros cuya fe ha ido debilitándose por no haber sido regada con el agua de los sacramentos o de la oración.

3.- Pensemos ante el Señor, en aquellos hermanos nuestros que han preferido el dulce que la sociedad ofrece, dejando que se asfixiara el brote de la fe.

Y, sobre todo, digamos al Señor en este día que –con virtudes y defectos- aquí tiene nuestras vidas, nuestras personas, nuestras inquietudes, como tierra buena para, que todos los domingos, la siga abonando con su gracia, iluminando con su Palabra y en comunión con El por esta Eucaristía.

Y aquí os consigno la siguiente oración:

Señor;

--Si tu Palabra queda al borde de mi camino, no dejes de sembrar en mí

--Si mi fe no tiene profundidad, no dejes de cavar en mí

--Si mi oración no es del todo sincera, no dejes de hablar en mí

--Si de lo que me diste, no te doy en abundancia, no me quites lo poco que tengo de Ti

--Si me ves aplastado por el camino pedregoso, ayúdame a levantarme a tiempo

--Si huyo entre las zarzas y las seducciones, rescátame aunque no te lo pida.

Pero, si ves que mi fe tiene posibilidades de crecimiento y de luz, no lo dudes, Señor, sigue

 regándome para que pueda alcanzar, en una gran cosecha, el ciento por uno.