XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 13, 24-43: Los obstáculos para no llegar a Dios

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Seguimos, un domingo más, con estas pláticas (bien aleccionadoras) en forma de parábolas. Cizaña, mostaza y levadura son tres características de un mismo tríptico con el que Jesús nos invita a ver y valorar nuestra fe.

Cizaña. Lo que nos separa de Dios. Son los tropiezos de cada día. Es aquello que nos ahoga e impide crecer como cristianos y también, porqué no decirlo, como personas. Estamos tan habituados a vivir entre cizaña que, a duras penas, podemos distinguir el bien y del mal, entre lo que es fruto y la simple hojarasca. Ciertamente, teniendo el evangelio en la mano, hay que ser paciente, no arrasar con aquello que nos puede parecer a simple vista negativo o contradictorio a nuestra fe. Pero, también es verdad, que habremos de luchar con todas nuestras fuerzas para no dejarnos teñir por los tentáculos de la maldad aunque venga disfrazada de falsos progresismos. ¿Cizaña? A todas horas y en muchos campos: en la conciencia, en el pensamiento, en el trabajo, en la iglesia, en los grupos, en la política. Lo malo, no es que exista la cizaña, lo malo es acostumbramos a crecer (o decrecer) en medio de ella e ir cediendo terreno, queriendo o inconscientemente, en aquello que es esencial en el seguimiento a Jesús.

2.- Una vez conscientes de la verdad que llevamos entre manos. Del esfuerzo que supone “pelear” con la fuerza pequeña e invisible del evangelio nos daremos cuenta de lo que es la levadura de un cristiano en el mundo. La semilla de Dios puede que sea pequeña. Que a veces nos parezca del todo utópica o inservible. La mostaza, es ese gran regalo que recibimos en el día de nuestro Bautismo. Puede que, al paladar egoísta y pragmático, nos parezca inexistente o que, incluso, todo lo que rezamos y celebramos, realizamos o ayudamos nos resulte aparentemente estéril. Esa es la grandeza de Dios: sin saberlo nosotros, El va haciendo de las suyas. Qué sugerente aquel diálogo entre Santo Domingo de Guzmán y la Virgen María: “Domingo; siembras mucho pero riegas poco”.

3.- Hasta hace cuatro días, nuestra sociedad occidental, estaba totalmente impregnada (por lo menos exteriormente) del aroma del Evangelio. En la actualidad, y por diversas razones que todos conocemos, urge y se nos presenta una nueva evangelización. Esta sólo será posible si cada cristiano (seamos muchos o pocos) nos ponemos como objetivo de nuestro paso por el mundo, el deseo de ser levadura. De iniciar a muchos desde cero en su práctica cristiana. Ser levadura, acostumbrados a ser masa, es difícil. Pero el Señor, por si lo hemos olvidado, nos da la seguridad de que en medio de la noche oscura, dificultades, persecuciones, falta de vocaciones, etc., el Espíritu Santo sigue actuando. Me gusta aquello del viejo poeta: “no seamos salero, seamos luz; no seamos sol, seamos estrellas; no seamos océano, seamos gotas de agua, no pensemos en ser bosque que cada uno sea un árbol”.

No es bueno plegarse de brazos, por supuesto que no, pero tampoco es positivo el que lleguemos a pensar que “esta empresa” es tan nuestra, que no dejemos a Dios la suficiente libertad para actuar en ella o seamos tan desconfiados que creamos que, el presente y el futuro de la fe, depende exclusivamente de nuestros esfuerzos y empeños pastorales.

Os propongo la siguiente oración para terminar mi homilía:

Señor;

Porque tu siembra fue buena en mí, dale constante crecimiento

Porque tu siembra puede malograrse, vela por ella hasta el final

Porque tu siembra es pequeña, haz que –aún siendo invisible- se haga grande

Porque tu siembra puede ser asolada, cobíjame a la luz de tu Espíritu

Porque tu siembra puede ser robada, asegúrame con la llave de la oración

Porque tu siembra puede ser asfixiada, aparta de mí aquello que la aprisiona

Porque tu siembra puede quedar en nada, hazla fructificar con el abono de tu gracia

Amén