XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 16- 21- 27: ¡No somos cuidadanos de segunda!

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

Se agota el mes de agosto, y en el Día del Señor, hemos de seguir sintiendo la seducción, la cercanía y el lenguaje de un Dios que, lejos de abandonarnos, confía en lo poco o en lo mucho que podamos realizar en su nombre.

1.- ¿Que no nos entienden? ¿Y? ¿Pasa algo? ¿Comprendieron a los profetas?¿Asumieron nuestros hermanos mayores del Antiguo Testamento todo lo que los Patriarcas indicaban o enseñaban? ¿Fue el camino de Juan Bautista un sendero virginal sin espinas ni abrojos? ¿El nacimiento, crecimiento y pasión de Cristo fue, igualmente, un aplauso y un reconocimiento rotundo a su persona? ¿Y el testimonio y la vida de la mayoría de los santos?

Amigos; muchos interrogantes que, al unísono, merecen una única respuesta. La que San Pablo nos da en la segunda lectura de este día: lejos de ajustarnos a los moldes del mundo, hemos de agradar a Dios.

*Agradar a Dios, muchas veces, conlleva el pelear con los “dioses”, con los “pequeños diosecillos” de turno que nos rodean.

*Agradar a Dios, en diversas ocasiones, es ir contracorriente. Es decir “no” o un “¡basta!” allá donde creemos que se excede la conducta, los experimentos o el relativismo visceral que nos rodea.

2.- Quien no lo quiera, como no lo deseaba Pedro, es pretender o soñar con un Jesús a la medida del mundo. ¿Que nos seducen otros cantos de sirena más que la voz exigente de Jesús? Estamos a tiempo. Pero ¿y a la larga? ¿Qué permanecerá eternamente estable y provechoso? Ni más ni menos que la fuerza de Dios. Sus promesas. Su Palabra que supera, con creces, la palabrería del mundo.

A mí, como sacerdote, no me alarma el hecho de que algunos sonrían de algunas cosas que, para nosotros, son sagradas. Si que me llama la atención que, muchas de esas risas, vengan desde el graderío de muchos que, siendo bautizados y profesando la misma fe que nosotros, hacen burla o mofa de aquello que, según ellos, acogieron desde la libertad y en el sacramento del Bautismo.

A nosotros, como creyentes, no nos tiene que importar demasiado el no ser secundados en nuestros criterios. En nuestra forma de ver la sociedad o el mundo. En cambio, como creyentes, si que nos tiene que llevar a un análisis de si, el mundo, no estaría mejor si se rigiera con ciertos cánones o mínimos que nos marca el Evangelio.

3.- Últimamente, la Iglesia Católica, en diversas latitudes –no solamente en España- está sometida a una especie de acoso. De incomprensión. Parece como si, su presencia, fuera una especie de privilegio que debiera de desaparecer. Pero, no lo olvidemos, la razón principal es otra: hay un intento de despejar a fuera de juego a Dios. Hay una intencionalidad, clara y malévola, de apartar todo lo que suene a religioso.

Ante ello, como creyentes, nos toca jugar un papel fundamental: ante el acoso y derribo hemos de resistir con una fe formada, auténtica y convencida. Es en estos momentos, en los que nos toca vivir aquí y ahora, donde Dios va cribando con delicadeza y atención la paja del trigo, la cizaña del buen grano, los cristianos fortalecidos de los cristianos vencidos por la debilidad o sonrojados por el qué dirán.

4.- Sí, amigos; nuestro seguimiento a Jesús no es camino dulce. Nuestra amistad con Cristo no nos lleva a una mesa repleta de tarta de manzana o vinos de solera. Pero, eso sí, quien siga hasta el final (ojala estemos en esa final todos los que estamos en esta Eucaristía) se encontrará, nos encontraremos, con las promesas fielmente cumplidas por Cristo.

Mientras tanto, lejos de mirar hacia el cielo esperando una señal de que estamos en la dirección adecuada, nos volcaremos de lleno en nuestra misión de cristianos. Que lejos de escondernos, como si fuéramos ciudadanos de segunda o de tercera, sepamos sazonar todas las situaciones que nos vienen a la mano, desde la seguridad de que Dios nos acompaña y nos aconseja. ¡Feliz Día con el Señor!

5.- COGERÉ TU CRUZ, SEÑOR

Pues su madera, bien lo sé, Jesús

es escalera que conduce a la Resurrección.

Cogeré tu cruz, Señor,

pues su altura, es altura de miras

para los que creen en otro mundo

para los que esperan en Dios

para los que, cansándose o desangrándose,

saben compartir y repartir en los demás.

Cogeré tu cruz, Señor¡

pues sus clavos, pasan la carne

pero no matan la fe.

Es la fe, quien a la cruz,

le da otro brillo y hasta otro color:

ni es tan cruel ni es definitiva.

Después de la cruz, vendrá la vida.

¡Dame tu cruz, Señor!

Merece la pena arriesgarse por Ti

Merece la pena sembrar en tu campo

Merece le pena sufrir contratiempos

Merece la pena adentrarse en tus caminos

sabiendo que, Tú, los recorriste primero.

¡Cogeré tu cruz, Señor!

Enséñame dónde y cómo

Indícame hacia dónde

Háblame cuando, por su peso,

caiga en el duro asfalto.

Quiero coger tu cruz, Señor,

porque bien lo sé,

hace tiempo que lo aprendí

que ideales como los tuyos

tienen y se pagan por un alto precio

Quiero coger tu cruz, Señor,

porque es preferible

en el horizonte de los montes

ver tu cruz

que el vacío del hombre errante

Amén