XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 20, 1-16: ¡Qué atípico es Dios!

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Atípico en cuanto que, su bondad, es ilimitada, va contracorriente. Raro, o extraño, en cuanto que su forma de proceder deja, nos deja, desconcertados a todos aquellos que solemos ofrecer o repartir en la medida que nos dan.

¿Cuál es la diferencia entre la bondad de Dios y la humana? La diferencia es que El es la bondad personificada mientras que, nosotros, miramos primero a las personas y luego cuantificamos y dosificamos el bien que podemos realizar. Aquello de “haz el bien sin mirar a quien” sólo lo lleva hasta su extremo más radical el Señor. Nosotros, al seguir a Jesús, es cuando nos damos cuenta que el criterio que seguimos es muy distinto al utilizado por el Dios que se trasluce en la parábola de este domingo.

2.- En muchos lugares nos disponemos a iniciar el curso pastoral. ¿Seremos capaces de sentirnos llamados a la tarea que Jesús, o en su nombre la Iglesia, nos encomienda? ¿No miraremos con el “rabillo del ojo” a aquellas personas que, haciendo menos que nosotros, tal vez gozan de un reconocimiento mayor?

El curso pastoral es un escuchar, por activa y por pasiva, de los labios de Jesús: “id también vosotros a mi viña”. Porque, un fallo que podemos tener como creyentes, es creer que estamos en movimiento (trabajando en la viña del Señor) cuando en realidad estamos demasiado acomodados en las plazas de nuestro propio bienestar, grupo o una espiritualidad determinada. ¿Es así? ¿De qué plazas –o cotos cerrados- tendríamos que salir para sentirnos, con todas las consecuencias, llamados a cuidar y hacer crecer con vigorosidad la parcela del Señor?

3.- En este domingo tenemos que dar gracias a Dios por muchísimas razones:

- Primero: se ha fijado en nosotros. Podría haber pasado perfectamente de largo. Pero, desde el día de nuestro Bautismo, fuimos injertados en El y, desde entonces, intentamos amarle, seguirle y servirle con todas nuestras fuerzas.

-Segundo: nos ha llamado para algo. Nadie de los que estamos en esta Eucaristía puede decir aquello de “yo no valgo para nada”. Todos podemos hacer algo por ese Alguien que es Jesús. Todos tenemos un puesto, un carisma. En la Iglesia no existe el paro. Quien se encuentra parado es porque prefiere vivir cómodamente, al amparo de lo que otros tantos agentes de pastoral o hermanos nuestros realizan.

-Tercero: nos envía a cuidar lo más sagrado. En tiempos de sequía es cuando, el agua, más se valora. Hay una viña que todos hemos de cuidar con pasión y con interés: la fe. La oración, la escucha de la Palabra de Dios, la caridad… hacen que nuestra viña, la fe, sea rica y fuerte.

Demos gracias a Dios de todo corazón. Porque, a pesar de ser tan especial –a la hora de entender la justicia, el reparto de su bondad, etc.- sabemos que somos unos privilegiados por haber sido tocados, llamados y enviados por El.

Demos gracias a Dios, en este Año Paulino, porque llevar una vida según Cristo es difícil, a veces imposible pero merece la pena intentarlo. ¿Cómo? Reduciendo la distancia que existe entre nuestro “yo” y ese lugar en el cual el Señor nos necesita. Nuestra paga, nuestra gratificación será la satisfacción del deber cumplido y del habernos sentidos elegidos para ser colaboradores e instrumentos del Señor. Lo contrario, el mirar qué hacen o lo dan a los otros, produce ralentización en nuestros objetivos y pérdida de coraje en nuestro trabajo. ¡GRACIAS, MI SEÑOR!

4.- GRACIAS, MI SEÑOR

Porque en la plaza de mi comodidad

estaba yo un día sentado cuando, por tu nombre,

salí hacia tu encuentro

GRACIAS, MI SEÑOR

Porque en la plaza de mi egoísmo

estaba yo un día cerrado cuando, por tu nombre,

comprobé que la mayor riqueza es el dar y no recibir.

GRACIAS, MI SEÑOR

Porque en la plaza de mi particular justicia

estaba yo confundido cuando, por tu nombre,

aprendí a diferenciar la verdad de la mentira

GRACIAS, MI SEÑOR

Porque en la plaza de mi aburrimiento

estaba una tarde abatido cuando, por tu nombre,

me sentí llamado a la alegría de tu misión

GRACIAS, MI SEÑOR

Porque en la plaza de mi envidia

estaba un amanecer asomado cuando, por tu nombre,

acepté que es grande el servirte

sin juzgar ni exigir la suerte que Tú repartes

GRACIAS, MI SEÑOR

Porque en la plaza de mis ideas

Tejía proyectos y planes cuando, por tu nombre,

ví que los tuyos daban dignidad al hombre

Por todo, eso y por mucho más,

GRACIAS, MI SEÑOR