XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 21, 33-43: Viñas y cepas escogidas

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Desde el día de nuestro Bautismo, todos y cada uno de nosotros, formamos parte de la gran viña del Señor. Unos damos vino dulce, otros con más grado, otros con menos y otros –a veces-- puede que hasta un poco avinagrado.

--Vino Jesús, y como dice Juan en su prólogo, todavía muchos no nos hemos enterado de que sigue viniendo y regándonos sin medida. Que nos cuida para crezcamos y maduremos.

--Vino, el Señor, y en muchas ocasiones –consciente o inconscientemente- le apedreamos, lo alejamos de nuestra existencia. Como mucho, le permitimos, que una vez a la semana, trabaje nuestras almas, consolide los sentimientos de nuestro corazón, eleve nuestro espíritu. Pero ¿esto es suficiente?

2.- Uno cuando mira el panorama de la cruda realidad social y política que nos acecha, llega a pensar que, el evangelio de los viñadores homicidas, tiene especial vigencia y relevancia en nuestra tierra española. Una tierra mimada (católicamente hablando), plantada en medio del mundo como punto de referencia en la práctica cristiana, en el envío de miles de misioneros, en un rico patrimonio histórico (difícilmente de entender al margen del cristianismo) pero en la que, últimamente, los vientos no están muy a favor de cavar y fomentar raíces cristianas.

--Padres a los que se arrendó el crecimiento espiritual de los hijos han flaqueado (cuando no boicoteado) ese intento.

--Políticos que crecieron al amparo y sudor de los centros católicos, son ahora incomprensiblemente los primeros en arrebatar y negar ese mismo derecho a otros padres.

--Todo lo que huela “a viña del Señor” es apartado (cuando no fumigado) injustamente o tratado con cierta frivolidad en muchos medios de comunicación social. Es así. No nos debemos ni amedrentar ni asustar. Ocurrió, ocurre y ocurrirá.

3.- No es que Dios se aleje del hombre, es éste quien sintiéndose dueño y hacedor de todo, arrambla con todo lo que haga falta para crear otra moral, otra ética y un mundo de falsos ideales. ¿El resultado? Posiblemente la incapacidad, en un futuro inmediato, de vivir el hombre al lado de otro hombre.

La incredulidad, la religión a la carta, el consumo sistemático de sacramentos (pero sin trascendencia en la vida cotidiana) a cobardía a la hora de defender nuestras convicciones religiosas (que como buena viña tan buenos vinos ha dado a Occidente), etc.,son muchas formas de dejar morir esa fe plantada al borde de nuestro camino, en el inicio de nuestra vida, en los siglos de nuestra historia, por aquellos evangelizadores que tuvieron siempre muy claro que, el dueño de todo, era y sigue siendo Dios.

4.- ¿Seremos capaces de rechazar, con nuestro silencio o nuestra sistemática condescendencia, aquello que Dios quiere y propone para nuestro pueblo?

Nuestra nación, familia, parroquia, amigos, matrimonio, catequesis, grupos… son viñas y cepas escogidas, plantadas y mimadas por el Señor. Desde la Iglesia, como buena torre y vigía del Señor, todos los domingos en cada Eucaristía nos cuida, nos riega, nos alimenta, nos poda y nos abona con su gracia.

Que aquello que escuchamos en la Palabra de Dios, y a lo que la misma Iglesia nos exhorta, lejos de caer en saco roto (seriamos un poco homicidas de los sueños de Dios) sea un motivo de gratitud por su presencia, su protección y su fuerza.