II Domingo despues de Navidad, Ciclo B

San Juan 1, 1- 18: ¡Cambiemos…Y a mejor!

Autor: Padre Javier Leoz

 

Seguimos marcando los primeros compases del año cuando, la Palabra de Dios, nos invita a seguir recreándonos, recibiendo, contemplando, cantando y expresando el acontecimiento de estos días: ¡HA NACIDO EL SALVADOR!

1.- Ojala, durante los próximos doce meses, ese nacimiento no lo olvidemos y sea causa de nuestra renovación personal y social. Muchos nubarrones nos asolan y, la Buena Nueva –como dijo el Papa Benedicto XVI en la audiencia del 17 de diciembre, puede ser una buena aliada para enfrentarnos a esta situación de crisis que invade y acecha nuestra felicidad. Para poner las cosas en su sitio, al hombre, a Dios…

Por eso, hermanos, hay que estar siempre en disposición de búsqueda. Próximamente, en la fiesta de la Epifanía, contemplaremos cómo tres personajes, solidariamente y en la misma dirección, averiguaban en medio de muchas dudas e inconvenientes la huella de Dios en un pequeño nacido en Belén.

A partir de ahora, también nosotros, hemos de procurar –más allá de las ocupaciones y zancadillas - ir al encuentro de Aquel que se encarnó en medio de nosotros. Entre otras cosas porque, esa búsqueda, producirá en nosotros un deseo de vida, una ilusión por caminar y otras tantas motivaciones para seguir adelante.

2.- La Navidad, además de conmovernos, ha de situarnos ante nuestra propia vida. La llegada de un niño tambalea, condiciona, alegra y hasta altera la dinámica de un hogar: todo gira en torno a él. Con Jesucristo ocurre algo parecido. Ha venido para quedarse en medio de nosotros, para acampar junto a nosotros y para llenarnos e inundarnos de su luz. ¿Cómo no vamos hacer lo posible por buscarle cuando, el Señor, nos trae un haz de luz?

Y, si Dios, nos ha dado un Niño, a partir de este momento estamos llamados a cuidarlo. A intentar, por todos los medios, que nuestra vida sea agradable para El. En definitiva a cambiar en lo que tengamos que cambiar y hacer de nuestra Iglesia, de nuestra familia, de nuestra existencia un lugar confortable para que Jesús pueda manifestarse y ser creíble por nuestras palabras y obras. ¿Seremos capaces?

Una familia, ante la llegada de un niño, no queda paralizada por el acontecimiento. Por el contrario; se pone en movimiento, en pie. Y, cuando el niño llora, se le acuna; y cuando tiene hambre, se le ofrece alimento y cuando tiene frío o calor, se le abriga o se le quita la ropa.

Con Jesús también ocurre lo mismo; llora cuando nuestra vida cristiana va en dirección contraria a su Palabra; siente frío cuando ve que perdemos los sentimientos de solidaridad o de paz; está hambriento, cuando malgastamos por el camino fuerzas entregadas al mal y no esfuerzos para el bien.

3- ¿Qué vamos hacer con este Niño que nos ha nacido? ¿Cambiaremos en algo? Un Niño se nos ha dado. Ha llenado nuestras casas de luces y de colores; por El hemos saboreado dulces y nos hemos deseado la paz en multitud de idiomas. ¿Qué falta entonces? Ni más ni menos que procurar que, ese Niño, lejos de palidecer, crezca vigorosamente en nuestro interior. En nuestra vida cristiana. Que así sea. ¡FELIZ NAVIDAD! ¡DIOS HA NACIDO!

4.- VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Acompáñanos en la hora de incertidumbre,

y que nunca desaparezca de nuestros labios

un canto de alabanza y gratitud por tu llegada.

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Y, sin comprenderlo ni entenderlo muy bien,

sólo sabemos que ha merecido la pena

que estamos menos solos que antes

que, nuestra soledad, es la tuya

y que, nuestras inquietudes, ya desde pequeño

van contigo en ese rostro que, hoy por amor,

y en el calvario con pasión,

mira al hombre desde el amor.

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Y en el silencio, sigue hablando tu amor

Y en la oscuridad, sigue brillando la estrella

Y en el portal, sigues esperándonos

Y en la humildad, sigues enseñándonos

el camino preferido para encontrar a Dios

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Para hacernos redescubrir el encanto de creer

y el encanto de amor

la ilusión de esperar y la alegría de vivir

VINISTE AL MUNDO, SEÑOR

Y, por venir hasta nosotros,

nos sentimos afortunados y dichosos:

¡Nunca nos había ocurrido algo parecido!

¡No te vayas, Señor!

¡Quédate junto a nosotros, Señor!

¡Deja que sigamos adorando tu divinidad!

¡Permite que te dejemos los dones

de nuestra fe, esperanza y caridad!

¡VINISTE AL MUNDO, SEÑOR!

Y, desde que has llegado,

este mundo ha encontrado una ventana

que nos abre de nuevo a la esperanza y a la paz.

Gracias, Señor: ¡HAS VENIDO…Y NOS BASTA!