XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

San Lucas 16, 1-13: Administrando con visión de futuro

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Ante un panorama deshumanizador donde se promueve el “cuanto más mejor a costa de lo que sea, como sea y de quien sea” es interpelante el mensaje que Jesús nos ofrece en este domingo: no se puede servir a Dios y al dinero.

¿Los destinatarios?; Entonces los discípulos y hoy nosotros. ¿Dónde está el centro de nuestro interés?

No somos propietarios sino gerentes de lo mucho que Dios nos regala. Ese es uno de los errores más arrogantes de la actualidad: los nuevos dueños del mundo (políticos, organismos internacionales, congresos y parlamentos) se consideran reyes absolutos de la conciencia y de la ciencia, de la cultura y de la moral, de la vida y hasta de la misma ética. ¿El resultado?....una vertebración de todo y en todo que nos puede llevar a creer en una ausencia total de Dios y, por lo tanto, en un todo vale caiga quien caiga.

Es bueno, y hasta oxigenante, sentirnos administradores de nuestra propia vida. En multitud de decisiones vamos apuntando asientos positivos y negativos. Llegará un día en que el “Director” de esa gran sucursal, que es la vida de todos los hombres y mujeres, hará una auditoría de todo lo que reseñamos e hicimos figurar en ella. Malo será que algunos apuntes estén falseados a nuestro capricho.

2.- Cierto día, el Cardenal Weisman discutía con un inglés utilitarista sobre la existencia de Dios. A los argumentos del gran sabio, respondía el inglés con mucha flema: “No lo veo, no lo veo”.

Entonces, el Cardenal tuvo un rasgo ingenioso. Escribió en un papel la palabra “Dios”, y colocó sobre ella una moneda:

--¿Qué ves? –le preguntó.

--Una moneda –respondió.

--¿Nada más? – insistió el Cardenal.

Muy tranquilo, el Cardenal quitó la moneda, y preguntó:

--Y ahora, ¿qué ves?

--Veo a Dios –respondió el inglés.

-- ¿Y qué es lo que te impide ver a Dios?” –le preguntó de nuevo el Cardenal.

Y el inglés se calló como un muerto. El dinero y ciertas acciones que desarrollamos, a veces, nos impiden ver a Jesús.

La sociedad pone delante de nuestra retina mil telarañas que nos impiden ver que la grandeza del hombre está en el ser y no en el tener. Alguien dijo, con cierta razón, que el mundo actual nos invita a convertirnos en una especie de pícaros, ladronzuelos y avaros permanentes. Lo malo no es eso, lo más triste es que nos acostumbremos a nacer, crecer y vivir así.

Esta parábola tiene una invitación: ser guardias de todo lo que trabajamos y tenemos

3.- Esta parábola tiene un fin: orientar nuestra riqueza hacia un eterno interés supremo y eterno: Dios. Esta parábola tiene unos destinatarios: los que, domingo tras domingo, nos sentamos en los bancos de la iglesia para dar cuenta (ante el Dios del Sagrario o el Dios de la Cruz) de todos y cada uno de los movimientos económicos, sociales, afectivos, de pensamiento y de obra realizados durante la semana. Comienzo de curso; una nueva oportunidad para poner al día esa gran cuenta que todos abrimos en el día de nuestro bautismo.

Que la oración y la iniciativa de Dios, tal y como dice San Pablo en la segunda lectura, sean dos puntales y puntuales ayudas.

4.- No me extraña que, en el contexto en que nos encontramos, hayan surgido iniciativas como las de América donde en algunos Monasterios se organizan retiros espirituales para ejecutivos y directivos empresariales con un título: “para servir a Dios y al dinero”. Parece lógico que el hombre de negocios, enfrascado en una actividad frenética, desee parar de vez en cuando para atender a Dios y preguntarse qué está haciendo, qué sentido tiene lo que hace y a dónde quiere ir.

Ya sería bueno también, que muchos cristianos, hiciéramos un alto en el camino para recuperar el sentido profundo de todo lo que hacemos, decimos y manejamos.