IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 1, 21-28: Cuando se vive lo que se dice

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Seguimos calzando muchos puntos de la vida de Jesús de Nazaret. Venir a la Eucaristía de cada domingo, es asomarnos por la ventana de la fe, a un Señor que nos despierta, nos llama a nueva vida y que, cuando habla (si es que se le hemos escuchado) sentimos que lo hace con autoridad, con conocimiento de lo qué dice, consciente de lo que su palabra puede aportar a la humanidad y, también, de los riesgos que entraña.

La iglesia, eso dicen algunas encuestas, ha perdido “crédito”. Es situada al final por orden de preferencias. ¿Es bueno o es malo?

Es positivo, si ello significa que, la iglesia, no se amolda a ningún estereotipo o presión externa. Si, ello, conlleva un “no doblegarse” al sistema. Si, ello, le empuja a la independencia, a huir de la masa para vivir con más compromiso y nitidez el evangelio.

2.- Es malo si, por el contrario, pierde puntos por no ser fiel a su misión. Si no es valorada, ya no tanto por lo que dice (aunque también) cuanto por lo que hace. Es malo si, teniendo tantos medios, no es capaz de transmitir a la sociedad que –en muchos temas- está en guarda y retaguardia, en primera y segunda línea a la hora de defender a los más pobres y de estar presente en innumerables áreas sociales, caritativas, etc.

Jesús se hacía notar pero no se hacía el notoriamente importante. Cuando hablaba, lo hacía a las claras y, cuando denunciaba, apuntaba sin tapujos ni medias tintas. Causó adhesiones y rechazos, amigos y enemigos. Pero, a nadie, dejó indiferente.

La Iglesia, y esa es su grandeza, son labios que se mueven en nombre de Aquel que le sopla: el Espíritu. No puede ser amordazada porque sus palabras sienten bien o mal a una sociedad cambiante y caprichosa.

La Iglesia, con su luz y con su cruz, no ha de tener miedo a dejar de ser popular (peor sería ser populista) renunciando a lo que es genuino y esencial en ella. Sería, entre otras cosas, ir en contra de sus principios, traicionar su esencia.

Es necesario, en el contexto social y político que nos rodea, que emerjan instituciones, cristianos, hombres, mujeres convertidos en micrófonos que sean profetas-contracorriente. Que pregonen lo que algunos no quieren escuchar. Que recuerden lo que algunos hemos olvidado. Que presenten lo que, algunos, ya no se atreven a defender o disertar en diversos foros.

¿Hablar con autoridad? Sí. Es posible. Hablar de Jesús con la sensación de que, El, está sugiriendo lo que estamos transmitiendo. Con el firme propósito de que no puede existir divorcio entre fe celebrada y fe vivida. Con el convencimiento de que “el asombro” no lo producen los medios que ponemos al servicio de la evangelización sino la experiencia que tenemos de Dios.

Existía, en medio de un pequeño pueblo, una gran fuente de la que surgían cinco grandes chorros de agua fresca y cristalina. Cada vez que sus habitantes acudían a ella con cántaros y tinajas, la fuente, más y más, les calmaba su sed. Un día, el sacerdote de aquel pueblo, les explicaba lo siguiente: así debe ser nuestra fe; sin necesidad de decir nada, los de fuera, tienen que palpar que está solidamente fundamentada en algo más profundo: Dios.

Pidamos a Dios, en este domingo, nos haga descubrir su fuerza en las entrañas de nuestras personas. Que, allá donde estemos, se nos crea –no por lo que decimos- sino por la forma de situarnos ante los acontecimientos, por nuestro talante conciliador, por nuestra acogida y respeto a los demás, por el “aire nuevo” que damos a tiempos de conflicto o situaciones delicadas.

El mejor piropo que podemos escuchar de nosotros, es precisamente éste: a esta persona, se le nota que tiene algo. Ojala “ese algo” sea un Alguien: JESUS.

Preguntaba un catequista; ¿qué puedo hacer para que los jóvenes me escuchen? Y, el sacerdote, le contestó: no es cuestión de lo qué tienes que hacer sino, más bien, de lo que no haces: ¿Les hablas de cómo vives tú la fe?

El evangelio de este domingo, en definitiva, es una invitación a meternos en la piel de Jesús y participar de sus mismos sentimientos. Sólo así, podremos hacer auténtico, firme, real y convencido, nuestro empeño evangelizador. Os transcribo estas ideas que podrán ser de vuestro interés.

PARA HABLAR CON AUTORIDAD

Ante la palabrería barata……………………………………… la Palabra de Dios

Ante la somnolencia de un sermón…………..los oídos abiertos de un creyente

Ante la incoherencia………………………………..…….la búsqueda de Dios

Ante la rutina…………………………………..……la novedad del Evangelio

Ante “lo de siempre”……………………………………….el soplo del Espíritu

Ante el desazón en la evangelización……………….la vivencia profunda de la fe

Ante las dificultades para hablar de Dios/la seguridad de que El nos acompaña

Ante el sinsentido de muchas palabras……..la fortaleza de la Palabra de Dios

Ante la superficialidad……………………………...el deseo de andar con Dios

Ante el riesgo de ser funcionarios………….…la alegría de nuestra vocación

Ante el “decir” y “no hacer”……………………….….la conversión sincera

Ante el rito repetitivo………………………..……la consciencia de lo qué se hace

Ante lo postizo………………….….la autenticidad de nuestra vivencia cristiana

Ante la moda…………………………….…ser coherente con lo que pensamos

Ante lo que se quiere oír……………….decir lo que se debe, no lo que se quiere

Ante el riesgo de “querer quedar bien”……………....ser honesto con uno mismo

Ante la cobardía de la fe…………………………..….la valentía para profesarla