Fiesta. La Presentación del Señor

San Lucas 2, 22-40: Ahora, ¡Si! Señor

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Navidad, Epifanía y la Presentación del señor son tres imágenes de un mismo cuadro.

--Como Simeón identificamos a Jesús como la luz que tenía que brillar. Reconocemos su persona. Y, su llegada, es un horizonte que Dios pone delante de nosotros para que dejemos de vivir en la tiniebla.

--Como Simeón y Ana, hemos llegado al templo y, con las luces en nuestras manos, nos hemos acercado para contemplar el rostro de Cristo.

¡Gracias, Señor! Por dejarnos vislumbrar la belleza de Dios en un Niño.

¡Gracias, Señor! Porque somos llamados a ser testigos de tu luz

¡Gracias, Señor! Porque, viéndote, podemos cerrar los ojos tranquilamente

¡Gracias, Señor! Porque, esperándote, los días se hacen más cortos y menos laboriosos

2.- Cuando se cree, la vida se vive con otra dimensión. Con otra luz. Con otra perspectiva. El “ahora, Señor” del anciano Simeón, se cumple y se actualiza en nosotros de muchas maneras:

-¡Ahora, Señor! Tengo la seguridad de que merece la pena creer en Ti

-¡Ahora, Señor! Veo que tenerte como amigo, es la mejor fortuna del año recién estrenado

-¡Ahora, Señor! Compruebo que, sigue siendo tan cierto como hace siglos, que reconocerte es abrir caminos para la paz, el amor, la justicia o el perdón

-¡Ahora, Señor! Soy testigo de que tu venida es motivo de alegría y de sufrimiento, de encuentro y desencuentros, de satisfacción y de decepción.

-¡Ahora, Señor! Intuyo tu futuro con gozos y sombras, adhesiones y deserciones, alegrías y lágrimas, triunfo y calvario, muerte y resurrección

3.- Como María, también nosotros, necesitamos ser purificados para seguir siendo portadores de esa gran luz que el mundo (aunque no lo sienta así) necesita para recuperar el brillo en sus entrañas y la paz como garantía del futuro inmediato.

Como María, cogemos a Jesús en nuestras manos, en nuestras candelas, sabedores que –allá donde estemos- si vivimos la fe con cierta radicalidad, estaremos expuestos a correr la misma suerte que aquel que, hoy, es presentado en el templo como la promesa felizmente cumplida.

Jesús, en esta fiesta de su Presentación, nos invita a ser luz en medio de la oscuridad. Hemos de ser como aquella vidriera que, cuando uno las ve desde fuera, parecen carecer de sentido y de belleza pero, cuando uno levanta su mirada desde dentro, comprueba la luz que desde arriba les ilumina haciéndoles recobrar su esplendor.

Jesús es aquella vidriera que iluminada por Dios irradia paz y concordia a todos los pueblos de la tierra. ¿No lo podremos también ser nosotros? Por algo, en el credo, decimos: ¡Luz de Luz!