VII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 9, 14-29: La fe de cinco hombres

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Sí, porque, ¿quién le contó al paralítico que Jesús se encontraba en una de aquellas casas de planta baja? ¿Quién le hizo llegar la noticia que su vida clavada a una camilla, como la del leproso o la suegra de Pedro, podría cambiar de la noche a la mañana? ¿A quién se le ocurrió la brillante idea, en un intento desesperado por llegarse hasta Jesús, de abrir en círculo un tejado y desprender a través de él la camilla con el paralítico?

Ni más ni menos que aquellos cuatro hombres que, haciendo de buenos samaritanos, o de jinetes del mal ajeno, transportaron con sus manos, desde la distancia de la parálisis hasta el encuentro con la vida, al paralítico.

-No era pues uno el que creía; eran cinco

-No era uno el que se fiaba; eran cinco

-No era uno el que buscaba a Jesús; eran cinco

-No era uno el que estaba paralizado; uno quería andar algo, y los otros cuatro, tal vez, un poco mejor. Porque sin la ayuda de los cuatro ¿Qué hubiera pasado?

2.- La fe se vive mejor en comunidad. Y, con fe viva, los cinco fueron al encuentro de Jesús. Y, a los cinco, reconoció el Señor la grandeza y la profundidad de su fe. Una vez más, la comunidad empuja, alienta, reza y ayuda a llevar la cruz. ¿Somos nosotros alentadores, rezadores, y camilleros de las debilidades de los demás? ¿Hacemos palanca y abrimos agujeros en los tejados de aquellas personas que necesitan un poco de aire para respirar o una ventana por la que poder descubrir un horizonte para sus vidas?

Como cristianos, como confidentes y amigos de Jesús, no podemos dejar que el personal se las apañe solo. Siempre, en una cruz, hay lugar y espacio para una mano. Y cuántas cruces que no pueden salir de sus vías dolorosas porque no encuentran personas bien dispuestas y decididas a empujar. Cuántas, de esas cruces, tan sólo escuchan lamentos o….eso no es cosa mía.

3.- Que el evangelio de este día, incluso gráficamente, nos ayude y nos estimule a abrir nuestras iglesias, y por supuesto a visitarlas. Nuestra conciencia, al ver una iglesia abierta, nos tendría que hacer sentir que, el Señor, está dentro, esperándonos, aguardándonos para curarnos de tantas cosas.

¡Qué pena los templos cerrados por mil excusas no del todo ciertas! ¿No será ya el momento de abrir los boquetes de las puertas para posibilitar encuentros con la fe, conversaciones con el silencio, posibilidades al perdón, encuentros con la oración, diálogos con el crucificado? Si; ya sé que alguno me dirá que para hablar con Dios no hace falta recurrir al templo. Pero ¿no os parece que estamos escasos de tranquilidad y sosiego en el entorno que nos movemos? 4.- ¿No os parece que es casi un milagro –por no decir un privilegio- el encontrar un espacio que nos facilite la reflexión y la contemplación? Ojala que, como esos cuatro camilleros, también nosotros –los padres de familia, los catequistas, los sacerdotes, tantos y tantos grupos comprometidos en la vida de la Iglesia- seamos capaces de tener la valentía suficiente y el desparpajo necesario para empujar a todo paralítico que salga a nuestro encuentro (tibios o fríos en la fe) y llevarles al encuentro de la palabra de vida eterna. Merece la pena intentarlo.

5.- ME LLEVAN A TI, MI SEÑOR

La Iglesia, que guarda, pregona y proclama tu Palabra

La Eucaristía, que me llena de Ti

en la que creo, ofrezco, te recibo

y me nutre con tu presencia real y misteriosa

ME LLEVAN A TI, MI SEÑOR

La oración que me funde a Ti

y me hace sentir tu compañía y tu protección

La Gracia, que desde el cielo,

me socorre cuando estoy perdido

me orienta cuando me encuentro despistado

me inspira, cuando pido la palabra oportuna

ME LLEVAN A TI, MI SEÑOR

La súplica de toda la Iglesia

La esperanza de los que creen en Ti

La alegría de los que esperan en Ti

ME LLEVAN A TI, MI SEÑOR

El esfuerzo y el sacrificio

de tantos hombres y mujeres

consagrados a tu Santo Nombre

La mortificación y el testimonio

de tantas personas que, dejándolo todo,

tiran de la gran camilla, que es el mundo,

para que, ese mundo, se encuentre con Cristo

ME LLEVAN A TI, MI SEÑOR

La comunidad creyente, la parroquia,

el grupo, el rosario meditado,

la contemplación de tu Cuerpo y de tu Sangre,

la caridad y la fe, la Palabra y el amor.

ME LLEVAN A TI, MI SEÑOR

El sacramento de la reconciliación,

los sacerdotes, la vida matrimonial,

la catequesis, el silencio, la paz,

la entrega, la generosidad y tu Espíritu.

¡CUANTAS COSAS, ME LLEVAN A TI!

Haz que nunca me olvide de pedir

la ayuda necesaria

para que, nada ni nadie,

me aparte de Ti, Jesús.