Miercoles de Ceniza, Ciclo B

San Mateo 6, 1-6.16- 18: ¡Vayamos, con el Señor, hacia la Pascua!

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- La Cuaresma, en sí misma, no tiene sentido. Pero, con este miércoles de ceniza, nos proponemos seguir más de cerca a Jesús de Nazaret en su dar todo por el hombre y en obediencia hacia Dios: LA PASCUA.

¿Cambiará en algo nuestro día a día en este tiempo?

¿Nos dejaremos tocar por la gracia de Dios?

¿Viviremos intensamente desde la oración, la austeridad o la caridad, esta distancia entre hoy y la Semana Santa?

¿Progresaremos como pueblo e hijos de Dios en su conocimiento?

Todo lo que no se prepara con antelación, corre el riesgo de diluirse. De no cobrar la importancia que tiene.

2.- La PASCUA del Señor, nos tira hacia delante, nos seduce, pone delante de nosotros un horizonte de vida y de posibilidades. ¡El Señor subirá a la cruz por nosotros! ¡El Señor bajará al silencio de la muerte por nosotros! ¡El Señor, saldrá a los tres días, victorioso con un gran regalo: nuestra propia victoria sobre la muerte!

Esto, hermanos, no se prepara de la noche a la mañana. ¡Qué bueno sería que nos sintiéramos pueblo peregrino! ¡Qué gratificante sería que, en este miércoles de ceniza, ofreciésemos a Jesús, una promesa! (¿La eucaristía diaria? ¿Una lectura sosegada de la Palabra de Dios? ¿Una obra oportuna de caridad? ¿Abstenernos de ciertos caprichos –fumar, beber, etc.?

3.- Esta cuaresma ha de ser diferente a las demás. Entre otras cosas porque, tal vez nosotros, somos distintos a aquellos/as que fuimos hace un año. Dios es un ser dinámico y, por lo tanto, sale a nuestro encuentro curando las dolencias de nuestro hoy, perdonando los pecados que brincan y juegan en el alma de hoy, invitándonos a ver en el exponente de la cruz que va camino del calvario, su auténtico rostro: DIOS AMOR.

No es el momento de pensar y escudarnos en el hecho de que la sociedad, el mundo, la parroquia, la comunidad, mi familia, etc., han perdido el sentido del pecado. Lo importante es, ahora, hoy y aquí, ponernos un termómetro personal. Contrastar nuestra vida con la de Jesús. Dejarnos pasar por el escáner del Espíritu, y que detecte todo aquello que hemos de dejar para llegar más limpios a la Pascua.

4.- ¿Ceniza? ¡Sí! Porque queremos ser árboles cuando, en realidad, somos simples astillas. Porque decimos ser rascacielos, cuando apenas levantamos lo que es una altura. Porque afirmamos ser buenos y santos, cuando en realidad, podemos ser mejores si nos dejamos guiar por Dios.

¿Ceniza? ¡Sí! Porque presumimos de conocer el evangelio y, resulta, que lo descafeinamos utilizándolo a nuestro antojo. Porque, la fe, hoy más que nunca, exige respuestas decididas, hombres y mujeres valientes, seguidores de un Jesús que nos llama a la conversión, a volver nuestro corazón hacia Dios.

Recientemente, un escritor, decía que “Occidente está débil”. La Cuaresma puede contribuir a inyectarnos esa fuerza de Dios. Ese impulso del Espíritu. Esa humildad para encontrarnos con Cristo. Esa paz que el día a día nos roba.

¿Ceniza? ¡Sí! Porque siendo siervos, queremos ser reyes y viviendo en la tierra, algunos llegan aseverar que ya no existe más cielo. No es pues, la ceniza, un rito mágico, supersticioso. Por el contrario, este símbolo, nos esponja y nos facilita este inicio, esta andadura hacia la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Todo ello, además, lo recordaremos y haremos fuerte, con una confesión personal, con una obra de caridad, con una oración más intensa, con la eucaristía diaria y con otras tantas prácticas de piedad cristiana.

Miércoles de ceniza. El Señor nos invita a coger esta escalera de 40 peldaños que nos llevará a los Misterios de su Pasión Muerte y Resurrección. ¿Estamos dispuestos a iniciarla?

(Silencio)

ORACIÓN DE CUARESMA

Señor;

un año más me convocas al ascenso hacia la PASCUA.

Soy consciente de que, tal vez, me encuentras

con las mismas dudas y batallas del año pasado:

¡Perdóname, Señor!

Quisiera rezar, y siempre encuentro mil excusas,

sacrificarme, y me digo que son cosas del pasado,

darme generosamente, y pienso que tal vez,

algunos, se aprovechen de mi buena voluntad.

 

Pero, Tú, Señor

sales a mi encuentro, para levantarme de nuevo

y recuperar las ganas de creer y de vivir en Ti.

Sales a mi paso, para que mirándote a los ojos,

descubra que merece la pena seguirte.

Caminas hacia el calvario, para hacerme entender

que la vida es grande cuando, al igual que la tuya,

se ofrece por salvar y garantizar una vida eterna a los demás.

 

¡Ayúdame, Señor! En esta peregrinación hacia la Pascua:

que tu Palabra no falte en mi equipaje, para conocerte

que el ayuno, sea un arrullo de tu presencia

que mi caridad, florezca sin demasiado ruido

que mi oración, brote espontáneamente

para nunca, por ella, dejar de buscarte y de tenerte.

 

¡Ayúdame, Señor!

A comprender que este tiempo al que tu me invitas

es oasis de meditación y de paz

de vuelta de los malos modos o ásperos caminos

y de encuentro con el gran olvidado: DIOS.

Y, si en algún momento, yo me olvido de esto, Señor;

remueve mis entrañas y mi memoria

para que nunca olvide o deje en el tintero

tantos momentos de tus dolores y sufrimientos

en rescate del hombre.

Amén