II Domingo de Cuaresma, Ciclo B

San Marcos 9, 2, 10: Porque nos quiere

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

La vida cristiana no es una línea continua. No es representada, ni mucho menos, por una melodía sin alternancias o intervalos. El seguimiento a Jesús conlleva sus contrastes:

-adhesiones y deserciones

-alegrías y sufrimientos

-fidelidades  y pruebas

-ascensiones y descensos

-horas buenas y momentos amargos

Y, camino hacia la Semana Santa, una vez más –por ser significativos para el Señor- nos saca a un territorio aparte: la Parroquia, la eucaristía o la oración, son oasis y pequeños tabores a los cuales trepamos para contemplar la gloria de Dios y dejarnos seducir por El.

Lo hacemos movidos desde la fe. ¿Quién de los que estamos aquí no sentimos en lo más hondo de nuestras entrañas un deseo de cambiar a mejor? ¿Quién, de los que nos hemos apartado un poco de la coyuntura que nos agobia, no respiramos una atmósfera que nos invita a exclamar: ¡Es cierto, qué bien se está aquí!?

Y es que, nuestro crecimiento espiritual, comporta el meternos dentro de estas claves que nos aportan una dimensión distinta a la vida; que hace que resplandezca nuestro interior con más vigor, con más generosidad con más luminosidad.

El Tabor de nuestro hoy, es esa experiencia que nos toca, que nos hace sentir y afirmar que Jesús domina todo lo que somos, palpamos o sentimos.

El Tabor de nuestra fe, es ese esfuerzo y sacrificio que nos invita a coronar lo más alto de las cumbres, para ponernos en sintonía con Dios; a abrir nuestros oídos para escuchar su Palabra; a dejarnos empapar por su Espíritu para que nuestra vida coja otros derroteros y podamos vivir con alegría la Pascua.

Pero, el Tabor, nos exige también ser realistas. Quisiéramos que todo, de golpe y plumazo, se resolviera. Que la paz dejase de llenar las páginas de los periódicos para convertirse en un logro. Que el hombre volviese de caminos equivocados y fuese más prudente a la hora de tratar y de situar peligrosamente su propia dignidad. Pero, amigos, la fe exige hombres que sepan arriesgarse. Que estén dispuestos a coger la cruz que viene detrás de Jesús. Porque, claro, besar a un Cristo dulcificado y preciosamente suspendido en una cruz es fácil. Pero seguir a un Jesús que nos muestra la cruz como signo de contradicción, de coherencia, de prueba o de testimonio…, se nos hace más duro y hasta poco llevadero en los tiempos que vivimos.

Camino de la Pascua, el Señor, nos ha llevado a una zona retirada. Quiere que nos llenemos de Aquel por el que hará y lo dará todo: Dios.

¿Seremos capaces de responder a esta llamada? ¿Aprovechamos en toda su intensidad el silencio de una iglesia, el calor y el misterio que ofrece un sagrario, la fortaleza que irradia la cruz o la serenidad que infunde la oración?

¡Qué grandes tenemos que ser para Jesús, cuando nos lleva a un lugar apartado, con nombre y apellidos!

Anuncio de pasión, muerte y resurrección. No hay vida sin cruz.

EL TABOR DE HOY

Mi Tabor de hoy, es el silencio frente al ruido

La búsqueda frente al conformismo

Mi Tabor de hoy, es el ascender para ver

El descender para seguir creyendo

 

Mi Tabor de hoy, es la fortaleza ante la adversidad

La fe cuando asolan las dudas.

 

Mi Tabor de hoy, es la alegría de ser creyente

La seguridad de que, Jesús, ilumina el horizonte

 

Mi Tabor de hoy, es el ser fuerte cuando me siento débil

El no olvidar mí debilidad cuando me encuentro valiente

 

Mi Tabor de hoy, es estar en sintonía con Dios

Es escuchar su Palabra, llevándola a la práctica

 

Mi Tabor de hoy, es subir aún a riesgo de bajar

Es ganar mucho, aún a riesgo de perder algo

 

Mi Tabor de hoy, es mirar lo que soy

Es dejar a Dios que me haga como El quiera

Es vida cristiana en oración

Es oración con vida cristiana