III Domingo de Cuaresma, Ciclo B

San Juan 2, 13- 25: Comprando y vendiendo

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Hemos escuchado, en este tercer domingo de la cuaresma, una serie de lecturas que no tienen desperdicio y que, intentan poner a Dios, en el corazón de nosotros mismos.

El decálogo, algo que se obvia insistentemente en la vida del viejo occidente cristiano, más que preceptos, es un código que nos facilita y nos posibilita el cara a cara con Dios, la transparencia en nuestra fe. Son pistas para saber por dónde ir y de dónde volver para no apartarnos del Señor.

A Dios le queremos pero, en el día a día, corremos el riesgo de arrinconarlo al margen de nuestra vida de oración, familiar, personal, social o moral.

2.- ¿El decálogo? Son diez puntos por los que cribamos nuestra vida, nuestra forma de ser y nuestra pertenencia al Pueblo de Dios.

Mientras en algunas cuestiones, somos tremendamente permisivos, tolerantes y comprensivos, en otras –por ejemplo con el decálogo para ser buenos hijos de Dios- somos excesivamente olvidadizos y relajados. ¡Para el mundo, todo el respeto! ¿Para Dios? Las migajas. Lo que sobra.

¿Quién de los que estamos aquí silabeamos de memoria los diez mandamientos? ¿Por qué ese excesivo interés de reducirlos a un compromiso con el prójimo? Cristo, ciertamente vino a enseñarnos que el amor es lo más grande que podemos dar y recibir. Pero, ese amor, tiene un origen que por diversos intereses podemos olvidar: DIOS.

3.- La cuaresma, porque es autopista para correr hacia Dios, nos invita a desempolvar de la estantería los diez mandamientos, a ponerlos en practica y a contrastar nuestra vida con el rico mensaje que cada uno de ellos nos trae: amar a Dios, volcarnos con el prójimo, guardar y celebrar cristianamente las fiestas, la atención a los padres, no matar física ni mentalmente, ser honesto con uno mismo y con los demás, decir la verdad y no falsearla y no codiciar lo que no tenemos ni nos corresponde. Pueden ser unos ejercicios bien prácticos para llegar templados y fuertes a la cima de la Semana Santa.

Porque, sino, de lo contrario, puede ocurrir lo que Jesús nos alerta en el evangelio. Que hagamos de la casa de Dios, y de nuestros actos mismos, algo sin contenido divino. Un lugar o unas acciones, donde celebramos y trabajamos, pero no vivimos y transmitimos lo que creemos. No podemos convertir, cada eucaristía, en una tienda donde compramos y vendemos cosas que no son necesarias para vivir según Dios y con los demás.

4.- ¡Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días! Habituados a solicitar de Dios cosas insustanciales, la cuaresma, nos empuja en otra dirección: hay que poner como cimiento a Jesucristo. Lo demás se nos dará por añadidura.

El mundo que nos rodea nos exige signos, coherencia. Algunos llegan a decir que el creer es cosa de mentes reducidas. ¿Qué signos les podemos ofrecer? Ni más ni menos que nuestra alegría; nuestros rostros resplandecientes y serenos que gritan que Dios habita en nosotros.

No nos podemos dejar demoler y espantar por una sociedad donde domina el escaparate, lo ficticio o lo políticamente correcto. Jesús, porque iba contracorriente (decía al pan, pan y al vino, vino) nos orienta en la dirección adecuada: al fondo de nuestra fe, al encuentro con Dios.

Cada fin de semana, cuando venimos al templo, sabemos que vamos ahondando en esas raíces que deben de estar solidamente sustentadas y agarradas a Jesucristo que se convertirá en árbol de vida, en cruz de salvación.

5.- Es momento, oportuno y de gracia, para volcar las mesas que están instaladas en ese templo del espíritu que es nuestra alma o nuestro corazón. Dejemos entrar a Jesús; que El juzgue lo que sobra o lo que falta, que desparrame lo inservible o lo escabroso, que haga volar de nuestro interior aquello que nos impide estar en perfecta sintonía con El y con el Padre.

Y, lejos de temer a aquellos que piensan que la Iglesia es una casa venida a menos o agrietada, la sepamos sostener, levantar y alimentar con una vida cristiana cada día más sólida, fundamentada, convertida y convencida de lo que tiene en su seno: Jesucristo salvación del hombre y del mundo.

ORACIÓN

No tengas a otro Dios/ aunque alguien te diga que existen más poderosos

No faltes a su nombre/ será señal inequívoca de tu vocabulario rico y respetuoso

Edifica tu templo del espíritu Dios/ te hará ver el valor de la eternidad

Arroja aquello que es indigno/ comprobarás la fuerza de la fe

Tira las monedas de lo material/ disfrutarás con la riqueza de Cristo

Adora a tu Señor/ y te sentirás libre frente a los que desean manipularte

Guarda un espacio para tu fe/ y en la vida siempre tendrás un lugar para oxigenarte

No te alejes de Jesús/.y vivirás siempre feliz

Agárrate a la cruz/ y tus sufrimientos quedarán relativizados

No exijas cuentas a Dios/ y todo lo que necesites, te lo dará con creces

Limpia el templo de tu alma/ y Dios vivirá siempre dentro de ti

Aleja las contradicciones de tu fe/.y Cristo te construirá día a día

Criba aquello que te devalúa/y Dios te elevará a la cima más insospechada