Solemnidad: San Jose, Esposo de la Virgen María

San Mateo 1, 16.18-21.24a: La posada de San José

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Si alguien hubiera disfrutado, y sufrido también, de haber vivido, con la vida pública de Jesús, estoy seguro que ese, habría sido San José.

El hombre del silencio, dejó sin decir nada, que transcurriera todo según lo señalado desde antiguo por los santos profetas.

El hombre de la fidelidad, aún teniendo poderosas razones para sucumbir en ese propósito, se mantuvo firme hasta el final.

El hombre de esperanza, como Abraham y tantos otros, supo esperar al día siguiente. A que detrás de la tormenta apareciera el sol, a que después del viento llegase la calma.

2.- San José, en el ecuador de la cuaresma, es posada obligada para entender y comprender con más nitidez la vida de Jesús de Nazaret.

¿La cuaresma no es conversión? El paso de José es un buen aperitivo para saber por dónde ha de encajar mejor nuestra fidelidad a Dios, a su Palabra, a su mensaje.

¿La cuaresma no es austeridad? La existencia de José, es una mesa donde no faltó nunca lo imprescindible y de la que sobró lo que no era necesario. Lo imprescindible era la fe, y lo no necesario era aquello que le impedía cumplir una misión y un objetivo: acoger, educar, acompañar y ser padre de la primera familia cristiana.

3.- Por ello mismo, San José, es una posada en medio de la cuaresma. Un lugar donde nos sobrecogemos ante una insignificante persona, que fue gigante ante los ojos de Dios por su finura y respuesta.

San José, es una posada donde nos detenemos para reflexionar sobre el cómo acogemos y acompañamos a ese Jesús en el que fuimos bautizados.

San José, es una posada donde aprendemos que la obediencia a Dios se convierte en garantía de salvación, en llamada y disponibilidad, en espejo de valentía y sobriedad.

San José, en este día en el que muchas Diócesis ponen sus ojos con preocupación, y con esperanza, en sus respectivos seminarios, es un referente de la vocación y del amor de Dios.

Por Dios y por los hombres, quiso ser fiel hasta el final de sus días. Por Dios y por los hombres, necesitamos cristianos que descubran la vida sacerdotal como uno de los mejores caminos para ser felices en su vida cristiana y para hacerla descubrir a los demás. Y, si además es al estilo de José (comprometidos, radicales, obedientes, intrépidos, pobres, humildes y abiertos a Dios) mejor que mejor.

4.- Vamos acercándonos a Jerusalén. Lo hacemos sabedores de que una cruz nos espera. De que un amigo sufrirá y derramará, por Dios y por los hombres, hasta el último suspiro y hasta la última gota de sangre en un madero.

Lo hacemos meditándolo con fuerza en la posada de José, con fe y con docilidad.

Si María estuvo al pie de la cruz, San José acompañó mientras pudo y magistralmente, al que siendo niño fue grande y fiel, como él, hasta el final de sus días.

LA ORACIÓN DE SAN JOSÉ

Quisiera dormir para escuchar de nuevo la voz del ángel

ser joven para empezar de nuevo

envejecer como el vino, y ser ofrecido

en la copa de la obediencia para Dios

Quisiera dormir y no despertar sino en los brazos de María

y saber que, mi humilde camino, junto a Ella

fue sendero por el que Dios se filtró humanado por la tierra.

Quisiera dormir y soñar

soñar con los ojos despiertos:

con el horizonte por Dios dibujado

y que Nazaret me diese la oportunidad de trabajar de nuevo

o que, en Belén, me cerrasen sus puertas

para, en una gruta, con mi cayado proteger al recién nacido.

Porque, aunque nada digo en los Evangelios,

son mis actitudes, humildes y calladas,

lo que ante Dios dejo.

Como artesano viví a la sombra de mi humilde oficio

y, entre madera y formón,

quise también forjar ilusiones y juventud

fe y esperanza

de Aquel que, aún no siendo sangre de mi sangre,

lo quise y lo amé con responsabilidad de padre: Jesús de Nazaret

¿Puedes pedir más de mí, Señor?

¿Pude darte más sino mi tiempo y mi honradez, Señor?

¡Por Dios y por los hombres,

yo también puse mi grano de arena, mi Señor!

Amén.