Solemnidad: Anunciación del Señor

San Lucas 1, 26-38: Dios se quiere hacer vida

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

En el inicio de la primavera, cuando los valles comienzan a retoñar y los árboles a despuntar en sus yemas, María florece para Dios. No es poesía: es verdad. El seno virginal de una Nazarena, nos traerá un nuevo renacimiento al mundo: Jesús.

1.- Parece, aparentemente, chocar este día de anuncio y de gozo, con el tiempo de la cuaresma que estamos viviendo. Pero, de aquí hasta la Navidad, durante nueve meses María irá haciendo posible que en su interior vaya tomando forma humana el mismo Dios.

De aquí, hasta la Navidad, hay un recorrido que el Padre quiere realizar para mostrarnos –no tanto su grandeza- cuanto su humildad: quiere hacerse hombre. Y ¿qué ha dispuesto para ello? ¿Qué pensó? ¿Lo podría haber realizado de una forma sorprendente? Por supuesto que sí. Pero, Dios, quiso contar con el hombre para hacerse hombre. Una mujer, sencilla y nada complicada, con fe y siempre mirando hacia el cielo, con un “SI” hizo posible esa iniciativa que ya andaba, desde hace muchos siglos, entretejiéndose en el pensamiento de Dios: encarnarse en el hombre.

2.- Recientemente salía a la palestra la iniciativa de la Conferencia Episcopal sobre la ampliación del aborto en España. Lo hacía llamándonos la atención sobre un hecho: se defiende más la protección de las especies animales que la humana. Y, celebrando esta fiesta de la Anunciación, también hemos de considerar que –la especie divina- Jesús, también corre el riesgo de ser aniquilado en muchas conciencias, sesgado en muchos corazones, abortado en muchas almas que son fustigadas por el materialismo, la comodidad, la pereza o el sistema dominante.

Por ello mismo, la Anunciación del Señor, nos trae de nuevo una buena noticia: Dios quiere nacer. Dios desea venir al mundo. Dios se hace hombre. Como siempre, se alzarán voces haciéndonos creer que Dios murió hace tiempo; que hay excesiva población cristiana; que es una provocación para el progresismo, cutre y rancio, que la Iglesia haga renacer la esperanza, a través de Cristo humanado, en las nuevas generaciones.

3.- La Anunciación del Señor nos sitúa de nuevo ante una realidad que no hemos de olvidar: Dios se hace hombre y, ser hombre, es a lo más grande que podemos aspirar. Todo intento y toda iniciativa que vaya en contra de la dignidad del hombre, atenta contra la dignidad de Dios. La Anunciación es un reclamo a favor de la vida. Ir contra una criatura indefensa, silenciosa y desprotegida, es ir contra la voluntad de un Dios que nos regala la vida en un nuevo nacimiento.

Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra. Estas disposiciones dejan el camino libre a la intervención del Espíritu Santo: ¡María serás de Dios! ¡La intimidad de Dios comienza a gestarse y a darse forma en el seno de María!

Esas dos decisiones hacen que el Espíritu Santo fecunde a María. Por esas dos decisiones, el Hijo del Padre Eterno comienza a ser el Hijo de María.

Hoy comienza una historia de delicadeza, apertura, amor, fidelidad, obediencia y confianza. Y, cómo no, brotarán instantes y horas de sufrimiento. No todo será un camino de rosas; la cruz y el desaliento, la prueba y el desasosiego saldrán al encuentro. Pero, María, en silencio y con fe, irá repitiendo una y otra vez: ¡Hágase! ¡Hágase!

4.- Cuando muchos se empeñan en borrar del mapa a muchos niños y niñas, Dios opta por ser fecundo. Por ser niño en el seno virginal de una mujer nazarena. También, por qué no recordarlo, un rey de Judea intentó aniquilar al que fue s Rey de Reyes; abortar las esperanzas de un pueblo que tenía los ojos puestos en el Mesías.

Frente a la cultura de la muerte, la Solemnidad de la Anunciación del Señor, nos anima a ser portadores de vida. Pregoneros y defensores de la vida que viene de Dios y que acaba cuando Dios quiere.

Mientras tanto felicitamos a María. Porque, con riesgos, incomprensiones, soledades y escasez, quiere albergar en su interior al Dios de la vida que será hombre como nosotros.

5.- SILENCIO, TERNURA Y PAZ

Viene el ángel, María

Recíbele y háblale

Dile que el mundo necesita de Dios

Que, el cielo nos queda muy lejos

Que, el hombre, juega demasiado a ser “señor”

Llega, el ángel, María

Hazle sabedor de los sufrimientos de la humanidad

Que estamos esperando la salvación

Que, los caminos de muchos,

No son los caminos que van hacia Dios

Silencio...sólo el silencio habla

Porque, en el silencio, el hombre también habla

Porque, en el silencio, María se orienta hacia el Creador

Porque, en el silencio, la semilla del Eterno

se incorpora en un seno virginal y humano

Ternura…ternura para el ángel del Señor

Y, ternura, del mensajero hacia la Hija de Sión

Ternura, de los labios de una Virgen

Ternura, en suave aleto,

Del ángel portador de tanto bien

Paz….con paz queda María

Y, en paz se marcha Gabriel,

Con paz….comienza a germinar la VIDA

Con paz…lleva las buenas nuevas

La singular respuesta

Desde Nazaret hasta el Edén

Y, en medio de tanto silencio, ternura y paz,

José medita…José sueña…José asiente

Y, por las ventanas, pequeñas y recias

De aquel humilde hogar nazareno

Se deslizan amoríos y respuestas:

¡HAGASE! ¡HAGASE!