Vigilia Pascual

San Marcos 16, 1-7: La noche de la fuerza de Dios

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

¡Hemos sido bendecidos, en esta noche, la más triunfante y espléndida del año, por la mano poderosa de Dios!

Si Jueves Santo fue camino en el amor o Viernes Santo fue caminar hacia la meta, la Pascua, esta noche, es una puerta que nos lleva a la resurrección.

¡Aleluya!

Necesitábamos ser salvados. Aunque muchos no se hayan enterado, DIOS, sale a nuestro encuentro. ¡Por ellos! ¡Con Cristo!

Hemos caminado con el Señor durante 40 días. Hemos sentido sed, hambre, dudas, desencanto. Hasta puede que nos hayamos rebelado. Pero, al final, Dios nos da la vida.

Hoy es, debe ser, el comienzo de una nueva etapa. No moriremos definitivamente. No estaremos maniatados por los grilletes de la muerte. ¿Cómo dar a tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo esta gran noticia? ¡Jesús resucitó! ¡También, si creemos, resucitaremos!

Qué gran regalo el de la Pascua. ¡Con el Señor viviremos! Lo dejamos solo pero, Cristo olvidando todo, nos devuelve por la ingratitud la vida que salva, el cuerpo glorificado que nos devuelve a una existencia totalmente nueva. ¿Cómo transmitir esta gran verdad que es promesa de futuro a las nuevas generaciones?

Después del canto fatídico del Gallo, Pedro se sintió mal. Antes de que el gallo vuelva a cantar, nosotros porque creemos, profesamos firmemente nuestra fe: ¡Ha resucitado! ¡Todo es verdad! Hoy, esta noche, se nos anuncia con alegría y con un blanco festivo el meollo de nuestra fe. Es el esplendor de la Pascua. La belleza que escondía la cruz la contemplamos cara a cara. El secreto escondido del calvario salta por los cuatro costados para anunciarnos con gozo santo, lo que los ángeles anunciaron también en Belén: ¡Cristo ha nacido, pero ahora, para una vida eterna y nosotros eternos con El!

Con valentía proclamamos que Jesús ha resucitado, que tenemos un horizonte puesto en Dios, que la salvación es posible porque Cristo ha cruzado ese umbral de la muerte, pisándola y venciendo nosotros con El.

Hoy, en esta noche, volvemos a decir con aquella fuerza de la primera vez, que Jesús vive. Que merece la pena vivir y desvivirse por El. Que el final no es el absurdo sino la glorificación.

Hoy, en esta noche (y no es poesía) hemos de sentir que merece la pena dejarse guiar por lo que Jesús nos ha dejado marcado con sus gestos, palabras, pasión y muerte.

¿Crees? ¡No lo dudes! Dios te resucitará

¿Esperas? ¡No lo pienses más! Dios te esperará

¿Confías! ¡No temas! Dios no te olvidará

Hoy es el día en el que Dios cumple sus promesas y, después de bajar con su hijo hasta la misma muerte, nos ofrece lo que ésta nos arrebata: sentido, esperanza, más allá, eternidad.

Ha pasado Jesús. ¡Nos ha dejado tantas sensaciones en tan pocos días! ¿Por qué pasamos nosotros de El? No hagamos la pascua y, por el contrario, vivamos intensa y gozosamente la alegría del fruto de la Pascua: ¡El Señor resucitó! ¡Aleluya!

¡LO NECESITÁBAMOS! ¡ALELUYA!

Necesitamos un grito de paz en medio de tanto ruido ¡Aleluya!

Que repiquen campanas de resurrección en medio de tanta muerte ¡Aleluya!

Busquemos la vida en medio de tanta huella de muerte ¡Aleluya!

Necesitamos del cumplimiento de tanta promesa ¡Aleluya!

Necesitamos de eternidad en medio de lo efímero ¡Aleluya!

Necesitamos a Cristo en medio del vacío ¡Aleluya!

Necesitamos de la luz en medio de la oscuridad ¡Aleluya!

Necesitamos agua para limpiar la suciedad ¡Aleluya!

Necesitamos de triunfo para no fracasar ¡Aleluya!

Necesitamos de plenitud ante la imperfección ¡Aleluya!

Necesitamos una buena noticia ante la maldad ¡Aleluya!

Necesitamos de la verdad ante la mentira ¡Aleluya!

Necesitamos de la victoria ante la derrota ¡Aleluya!

Necesitamos alegría ante las caras largas ¡Aleluya!

Necesitamos de Dios ante el caos del mundo ¡Aleluya!

Necesitamos de libertad frente a la esclavitud ¡Aleluya!

Necesitamos de la iglesia frente a la deserción ¡Aleluya!

Necesitamos de fe frente a las dudas ¡Aleluya!

Necesitamos del sepulcro vacío ante la muerte que asola ¡Aleluya!

Necesitamos de Cristo resucitado frente al mundo que muere ¡Aleluya!

Necesitamos, hoy más que nunca, gritar a los cuatro vientos:

¡Es verdad! ¡Ha resucitado! ¡Creed y esperad en El! ¡Aleluya!