III Domingo de Pascua, Ciclo B
San Lucas 24,35-48:
¿Qué hemos hecho del Domingo?

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- ¿Tenéis algo qué comer? A los de Emaús, y a los discípulos, atormentados, temerosos o llenos de dudas, Jesús se les apareció para fortalecerles y abrirles los ojos en aquello que tanto insistió antes de su pasión y muerte: la resurrección.

Sus visiones posteriores, especialmente en la fracción del pan, no pretendieron otra cosa sino darles muestras de que El era en persona. Que todo lo anunciado se cumplía. Que, aquel Señor que había compartido confidencias y paseos, sufrimientos y alegrías, se presentaba en medio ofreciéndoles lo que el mundo no da: paz.

Desde entonces, cada domingo, para los cristianos –no solamente es el Día del Señor- es el momento en el que ponemos en paz todas las cosas: las de cada uno, las de los demás y las de todos con Dios. ¿Qué hemos hecho del domingo? Es una interpelación que debiera de marcar la conciencia de todo católico. De los que venimos a la Eucaristía y de aquellos que, por diversas razones, la han dejado. ¿Qué hemos hecho con el Día del Señor?

2.- Recientemente, en las más altas capas de decisiones políticas de Europa, se hablaba de la necesidad de recuperar el Domingo como algo constitutivo y genuino del viejo continente. Entre otras cosas porque, el domingo, corre el riesgo de quedarse en un día ordinario. En una jornada que ya no está marcada por el descanso, la familia o el realizar algo extraordinario. Muchos, y con razón, comienzan la semana diciendo: “estoy más cansado que el viernes”. Y es que, desde diversas vertientes, se nos insta –consciente o inconscientemente- a ensalzar aspectos deportivos, de ocio o de simple holganza, en detrimento del valor sagrado. ¿A qué se debe? Ni más ni menos que hemos olvidado lo que ha sido motivación y algo sagrado de este séptimo día: además del descanso, el glorificar a Dios.

3- Sorprendía, no hace muchos días, una campaña lanzada por la Iglesia de Norte-América: “Es hora de volver”. Con ello, a través de la televisión, invitaban a los católicos alejados de la práctica dominical, a volver a la casa del Señor. A la Eucaristía. A la escucha de la Palabra.

Tal vez estamos en un momento, muy apropiado, para insistir en los nuestros, en nuestras familias, a nuestros hijos o vecinos sobre una realidad: para que el Señor aparezca en nuestra vida cotidiana, tenemos que sentarnos de nuevo a escuchar su Palabra. Reconquistar el sentido cristiano del Domingo. Dejar a un lado (o combinarlas con la fe) ciertas actividades que entorpecen o ensombrecen lo más genuino de este día: la referencia a Dios.

El Domingo, bien vivido y celebrado, es una posibilidad para encontrarnos frente a frente con el resucitado. Es un cauce para hallar la paz interior y exterior. Es motivo de fiesta y de alegría. De cantar y expresar lo que la Pascua fluye por sus cuatro costados: la presencia de Jesucristo muerto y resucitado. ¡Paz a vosotros!

 

4.- ES TU DIA, SEÑOR

Nada, ni nadie, podrá ensombrecer

el sol en el cual se convierte tu Palabra:

nos da seguridad, en la debilidad

nos ofrece el pan para el alma

es aliento en las dificultades.

ES TU DIA, SEÑOR

Cada Domingo, en la mesa del altar,

reconocemos tu presencia resucitada

sentimos tu mano resucitadora,

vemos tu costado que, abriéndose una y otra vez,

regala salvación y agua para toda la humanidad.

ES TU DIA, SEÑOR

Y, por ser tu día, Señor

nos sentamos en la mesa que tanto nos habla de Ti

En la mesa que nos enseña tu retrato de amor

En la mesa que se impone frente a toda duda

En la mesa que nos confirma en la fraternidad

ES TU DIA, SEÑOR

Cada Domingo, en la Eucaristía,

acogemos la paz que sólo Tú puedes ofrecer:

Paz sin maquillajes ni treguas

Paz sin exclusiones ni favoritismos

Paz sin recompensa alguna

La Paz que, siendo para la tierra, baja del cielo.

ES TU DIA, SEÑOR

El momento del encuentro

Del cara a cara del hombre contigo

De saber que avanzas a nuestro lado

De confirmarnos en el áspero y duro camino

De celebrar, algo que sólo el Domingo nos da:

La VIDA se impone sobre la muerte

La RESURRECCCION espera al final,

Después de la gran semana de la vida terrena

La PAZ como fruto de la comunión

de Dios con el hombre

ES TU DIA, SEÑOR

Amén