VI Domingo de Pascua, Ciclo B.
San Juan 15, 9- 17:
Quien toda a Dios, da amor

Autor: Padre Javier Leoz  

 

1.- Todos hemos disfrutado alguna vez de la experiencia de bañarnos. Lo mismo da en el mar, en un río o en una cómoda piscina. ¿Cómo salimos? Ni más ni menos que empapados. Sumergirse en las aguas es salir de ellas chorreando, eso, agua.

Con el amor de Dios ocurre algo parecido. Quien dice vivir en Dios, se le nota enseguida: por su forma de ser. Por el trato que ofrece y, sobre todo, porque –por los cuatro costados de su persona- brota gratuitamente el amor.

No podemos pretender ir caminado por el borde de la playa pregonando ¡qué fría o qué caliente está el agua! si, los que nos observan, nos ven vestidos con traje de etiqueta. En todo caso pensarán que somos simples curiosos o figurantes de un circo cercano.

Con las cosas de Dios también ocurre lo mismo. Quien ama a Dios, además de dar fruto en abundancia, cae en la cuenta que todo lo que hace es consecuencia del amor inmenso que Dios siente por él. Nadie puede dar aquello que no posee. Cristo, si nos dio mucho, es porque la fuente de “ese mucho” estaba más allá de El mismo: en Dios

2.- ¿Cómo es el amor del Señor? Idéntico al del Padre. El amor que, se materializó en la curación de los enfermos, en su opción por los pobres, en su mano tendida a las necesidades –humanas, espirituales y materiales de los hombres- arrancaba de una instancia superior a la misma tierra: el cielo. Amó con amor de Padre. Abrazó con los brazos del Padre. Perdonó con el perdón del Padre.

Llegados a este punto nos podemos preguntar ¿Cómo podemos dar gusto a Jesús? ¿Cómo sentirnos de verdad sus amigos? Ni más ni menos que haciendo lo que El nos manda.

Siempre, cuando escucho esta frase “vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando” me resulta un tanto desconcertante. Como si la amistad verdadera exigiera condiciones. Como si, para ser amigo de Cristo, tuviéramos que convertirnos en simples marionetas. Pero eso, claro está, no es así. Somos aliados de Jesús en la medida que valoramos lo que hizo y dijo en pro de la humanidad. Todo se resume en una palabra: AMOR DIVINO.

3.- Es el momento de preguntarnos ¿Somos amigos de Jesús? Pues nos toca amar como El lo hizo: sin fisuras, sin intereses, sin límites, sin acepción de personas, sin recompensas, sin arrogancias de “yo he hecho”.

¿Somos amigos de Jesús? “Dime con quien andas y te diré quien eres” Caminar con Jesús significa tratar con la verdad. Luchar contra la mentira. Impregnar aquellos ambientes en los que nos encontramos con buenas dosis de optimismo. En definitiva, el cristiano, el discípulo de Jesús tiene que ser como aquella rosa que, aún sin verla nadie, por el aroma que despide, se sabe que está en medio de la sala.

Fácil nos lo puso el Señor: una cosa os pido, que os améis. Pero, cuesta arriba nos lo dejo, “cómo yo os he amado”. ¿Lo intentamos?