Solemnidad: Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Ciclo B
San Marcos 14,12-16.22-26:
Corpus Christi: ¡Seamos, Nosotros, Custodias!

Autor: Padre Javier Leoz  

 

 

1.- En Jueves Santo, el Señor, nos dejó la Eucaristía. Lo hizo de una forma privada, desconcertante (postrándose) memorial de su pasión, muerte y resurrección para sus amigos. ¿Lo recordamos?

Hoy, y pasado este tiempo de Pascua, la festividad del Corpus Christi nos exige un paso más: hay que pasar del aspecto privado, a la fe pública y activa. Hoy, al paso del Señor, somos nosotros quienes nos arrodillamos porque, entre otras cosas, vemos que la fuente del amor y de la alegría, de la esperanza y del amor, del perdón y del futuro, fluye en uno de los días más grandes de nuestro calendario cristiano. ¡Dios esta aquí!

En el Corpus, la presencia del Señor, se dilata. No se conforma con recibirnos, cómodamente, en el interior de una iglesia. Ahora, el Señor, nos dice: si creéis de verdad en mí, dad también testimonio de mí y conmigo.

Hoy, más que nunca, nuestras calles son testigos de cientos y miles de manifestaciones de todo tipo. ¿Es la procesión del Corpus una manifestación pública de nuestra fe? ¿Somos conscientes del gran don, del gran milagro, de la gran presencia divina que sale fuera del templo en medio de una lluvia de pétalos, en custodias sencillas o artísticas, incienso y música?

El Señor, más que custodias, nos necesita a nosotros. Custodias, pero de carne y de hueso; para amar y para ayudar; para levantar y dignificar tantas situaciones que, injustamente, emergen a nuestro encuentro.

El Señor quiere que, nosotros, seamos las más valiosas y auténticas custodias de su amor allá donde nos encontremos. No podemos conformarnos acompañar a Jesús, en el día del Corpus, y a continuación, encerrarle –sin más trascendencia- en la conciencia de cada uno.

Este año, la festividad del Corpus, nos debe de interpelar: ¿Qué hago yo por el Señor? ¿Manifiesto públicamente mis convicciones religiosas? ¿Son mis acciones y mis palabras destellos de que Dios vive en mí? ¿Soy custodia, que cuando se contempla, infunde caridad, cercanía, compromiso, justicia, paz, etc.?

2. Necesitamos al Señor en nuestro mundo. La vida del hombre, no por estar blanqueada con el poderoso caballero “don dinero” es totalmente feliz. Hay muchas personas que necesitan que, el Señor, las toque para que las sane; otras tantas que les mire, porque están sedientas de amor; otras más que –hambrientas o pobres- esperan la mano tendida de los cristianos.

Sí. ¡Necesitamos el Cuerpo del Señor por nuestras calles y plazas! Pero, su Cuerpo, necesita manos, voz y pies. Manos que indiquen el camino verdadero a los hombres y mujeres de nuestro tiempo; voz que sea voz de los que no tienen voz, de la verdad frente a la mentira, del reino de Dios frente a un mundo que se endiosa; de pies que acompañen a los que se cansan de creer, de esperar y hasta de vivir.

Si. ¡Necesitamos el Corpus Christi por nuestras calles y plazas! Para que, por un momento, todas ellas se conviertan en gigantescos altares; para que, por unas horas, pueblos y ciudades tengan aspecto de cielo; para que, por un instante, el amor venza al odio, la alegría a la tristeza y la valentía del cristiano a su tímido afán evangelizador.

Uno, cuando participa de un banquete suculento, enseguida lo pregona. La festividad del Corpus Christi denota la fortaleza o la debilidad de la eucaristía en muchos cristianos. Si, de verdad, creyésemos que Cristo camina bajo palio, nos daríamos de golpes por participar en el cortejo; dejaríamos la agenda libre de todo compromiso; nos pondríamos el mejor traje de fiesta, ante el paso de tan buen amigo.

Recuperemos el gusto por la Eucaristía y, a continuación, brillará con esplendor una de las manifestaciones que más ha calado, y lo sigue haciendo, en nuestra vida católica. ¡Te necesitamos, y en la calle, también, Señor!

3.- NO DEJES DE SALIR…SEÑOR

Porque, sin Ti, el mundo se enfría

Porque, sin Ti, el hombre se envilece

Porque, sin Ti, olvidamos que el amor es fuente de felicidad

Porque, sin Ti, nuestra tierra es huérfana.

No dejes de salir, ni un solo año, Señor:

Porque seguimos necesitando tu pan multiplicado

Porque somos tan débiles como ayer

Porque, nuestros pecados, pueden a veces con la virtud

Porque, nuestras almas, se llenan de trastos inservibles

No dejes de salir, en el Corpus, Señor:

Y, si ves que  nos hemos alejado de ti,

Que seas un imán que nos atraes hacia la fuente de la verdad

Y, si ves que te hemos dado la espalda,

Alcánzanos de frente para nunca más olvidarte

Y, si ves que hemos perdido el apetito de lo divino,

Acércanos el cáliz de tu amor y de tu perdón.

Sí, Señor; ¡no dejes de salir en custodia!

Y, deja, que nos arrodillemos ante Ti:

cuando Tú lo hiciste ante nosotros en Jueves Santo

Y, deja, que te hablemos al corazón de la Custodia

cuando Tú, lo hiciste en cada uno de los nuestros

Y, deja, que presentemos al mundo este manjar

cuando, Tú, nos lo dejaste en sencilla mesa

Y, deja, que nos miremos los unos a los otros

para cantar contemplando este Misterio.

¡No dejes de salir, Señor!

Que nadie ocupe el lugar que te corresponde en el mundo

Que nadie turbe  la paz y la calma del día del Corpus

Que nadie, creyéndose rey, se sienta más importante

que Aquel otro, que siéndolo, se hace una vez más siervo.

¡No dejes de salir, Señor!

Aquí tienes nuestros corazones: haz de ellos una patena

Aquí tienes nuestras mentes: haz de ellas un altavoz

Aquí tienes nuestras manos: haz de ellas una carroza

Aquí tienes nuestros ojos: haz de ellos dos diamantes

Aquí tienes nuestras almas: haz de ellas el oro de tu custodia

Aquí tienes nuestros cuerpos: haz de ellos las más auténticas

custodias que nunca se cansen de anunciar por todo el mundo

que sigues viviendo y permaneciendo eternamente presente

en el gran milagro de la eucaristía.

¡No dejes de salir, Señor!

¿Nos dejas acompañarte?