XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 4, 35-40:
Jesús, está a nuestro lado

Autor: Padre Javier Leoz  

 

 

1.- Hay muchas formas de ver la vida; de enjuiciar los acontecimientos o de enfrentarse a situaciones adversas. Pero, quien lo hace desde la fe y con la fe, lo plasma de una forma diferente:

-Desaparecen los miedos

-Nace un santo y buen optimismo

-Se piensa en un “todo es posible”

El Evangelio de este día nos hace comprender que, Jesús, cambia las cosas de color. Frente a un mundo convulsionado, con demasiadas tormentas en el cielo de su economía, de su paz constantemente amenazada por inventos belicosos….la fe nos trae un poco de sosiego: ¿Aún no tenéis fe?

Pero, claro está; para que el hombre no se hunda, no puede pretender estar exclusivamente navegando en la barca (a veces caprichosa y peligrosa) que la sociedad le vende. Una barca en la que, Dios, lejos de llevar el timón…se le ha confiado poco menos que el papel de un chico de maletas. Las consecuencias, cuando se altera el orden establecido, unas líneas basadas en el respeto a la dignidad de las personas, del derecho a la vida o del santo temor de Dios, no se hacen esperar: el futuro del hombre está sometido a tormentas de graves consecuencias.

2.- Habrá algunos que se proclamen que, el hombre, es dueño de sus acciones y que por lo tanto, no es necesario recurrir a una fuerza extraordinaria o divina. Otros dirán que, lo que acontece en el mundo, es azar, fruto de la simple casualidad

Y, otros, entre los que podemos estar nosotros….afirmaremos que, sin Dios, el mundo no va bien. Que los huracanes de los malos tratos o las olas de la injusticia que rompen contra los muros de los más pobres, son en el fondo un fracaso de ese intento del hombre de prescindir de una referencia a Dios. Un Dios que nos dice que somos sus hijos y que, por lo tanto, hemos de aprender a confiar en El, a fiarnos de El y alejarnos de ese intento mezquino e irresponsable de apartar del núcleo de nuestra existencia al que creó el cielo y la tierra: a Dios.

Es cierto que estamos viviendo unos momentos especialmente delicados en nuestras sociedades. Que nos preocupa el deterioro de la naturaleza. Que la amenaza atómica nos tiene acongojados. Pero ya no sirve nada el lamentarse. Es el momento de mirar hacia el cielo. De rezar para que Dios oriente esta barca totalmente a la deriva en la que, millones y millones de hombres, hace tiempo que navegan en un horizonte sin rumbo y con un mar embravecido.

Ante la coyuntura, personal o social que estamos padeciendo, puede que la fe no nos ofrezca respuestas mágicas y repentinas. Pero, es que la fe, no está para eso. La fe nos ayuda, nos orienta, nos ilumina en la oscuridad y, sobre todo, hace que aumenten nuestras fuerzas para hacer frente a todas esas dificultades. Y, además, nos recuerda algo elemental y esencial que nunca hemos de olvidar: en esa batalla contra el mal no estamos solos, nos acompaña Jesús de Nazaret. Qué bien lo expresó M. Gandhi: “La fe es la que nos dirige a través de océanos turbulentos”

 

3.- ¿POR QUE SOY TAN COBARDE, SEÑOR?

Me dijiste que eras el camino,

y prefiero marcha por otras sendas

que me aportan inseguridad y egoísmo

Me dijiste que eras la vida,

y, en cohetes de muerte,

prefiero montarme para anhelar

una alegría efímera

una explosión placentera

un momento de felicidad, que dura,

tanto como el tiempo en que se quema la pólvora.

¿POR QUÉ SOY TAN COBARDE, SEÑOR?

Sólo me pides fe

y te respondo con promesas

Con un “mañana te seguiré”

Con un “tengo miedo”

Sólo me exiges confianza

Y prefiero mirar hacia otro lado

Porque, bien sé mi Señor,

que seguirte entraña

el armarse de valor y de fuerza

de valentía y de audacia

de perseverancia y de intrepidez

¿POR QUÉ SOY TAN COBARDE, SEÑOR?

¿Por qué me asusta tanto el navegar en tu barca?

Dímelo, Señor.

Ayúdame a vencer mis miedos

A surcar los mares de tantas dificultades que me asolan

A no quejarme de que los tiempos pasados

fueron mejores que los que ahora yo vivo.

De ti me fío, Señor, y en Ti confío:

No me dejes de tu mano, me ahogaría

No dejes que palidezca mi fe,

necesito de luz para avanzar en mi camino.

No me des demasiadas seguridades

pero, Señor, si que te pido

que Tú seas mi seguridad, mi baluarte,

mi esperanza, mi riqueza,

el mar por el que yo avance

con los remos de mi fuerte fe.

Y, si además Tú quieres, Señor,

haz que mi fe sea como una brújula

en medio de tantas tormentas.

Amén.