Memoria: Nuestra Señora del Carmén
San Mateo 12, 46-50:
Mirar hacia el horizonte

Autor: Padre Javier Leoz  
 
 
El Monte Carmelo es una montaña santa del noroeste de Israel. Muchas de las peregrinaciones a Tierra Santa, tienen su inicio y cita ineludible ahí: en el Monte Carmelo. Muy pronto, desde el siglo VI d. de C. cristalizó en ese lugar la devoción y el afecto a la Virgen María. Siglos después, hacia el 1154, en Cambridge San Simón de Stock es sorprendido con una aparición de la Virgen María. Una preciosa leyenda nos narra como la Virgen declara que aquellos que llevasen el escapulario marrón carmelita serían salvados de la condenación y llevados al cielo por ella. Lo cierto, más allá de la leyenda, es que es una de las más antiguas advocaciones marianas. Desde entonces, vestir el santo escapulario en el día del Carmen, anima a entrar en comunión con María. A revestirnos de sus actitudes; de su generosidad, entrega, escucha, humildad y acogida de los planes de Dios.

¿Qué nos exige la fiesta de la Virgen del Carmen?

A .En primer lugar, y por ser Patrona del mundo del mar, mirar hacia el horizonte. Descubrir, en medio del trasiego de nuestra vida que Dios no anda muy lejos de nosotros. El mundo no se acaba con el que los poderosos nos ofrecen o pretenden imponernos. ¡Hay mucho más! María, siendo pobre, descubrió una gran riqueza: llenarse de Dios fue para Ella un motivo de alegría y de plenitud. No nos quedemos observando, desde la ventana de nuestra vida, el duro suelo. No perdamos de vista el cielo. María, en su advocación del Carmelo, nos brinda una oportunidad para ser felices: no dejar nunca de buscar a Dios.

B. En segundo lugar, y por ser Estrella del Mar, nos alienta en las dificultades. Nunca, como hoy, los confesionarios –en algunos lugares del mundo, entre ellos España- están vacíos. Por el contrario nunca como en la actualidad, las consultas de los psicólogos y neurólogos, han estado tan llenas. ¿Qué ocurre? ¿Qué acontece en la mente y en el pensamiento del hombre hoy? Un cristiano, y el que no es cristiano pero quiere respuestas para su vida, puede agarrarse a la fe. Y, cuando la fe es débil, cuando los problemas dificultan nuestro sereno juicio o nuestras motivaciones para vivir, María se convierte en Estrella de la noche. Ella, por estar cerca de Dios, presenta nuestras inquietudes, depresiones, angustias, ansiedades, luchas, desvelos, caídas y contradicciones. ¿Que nos encontramos mal? ¿Qué sentimos que algo no funciona bien en la gran barca de nuestra vida? No hace falta acudir al médico; en la fe tenemos seguridad, buen puerto y, en María, una buena aliada para oxigenar nuestra cabeza colapsada de pensamientos inútiles o estériles.

C. En tercer lugar, y por ser Madre, quiere lo mejor para nosotros. Para ello, claro está, hemos de poner todos los dones y talentos que Dios nos ha concedido al servicio de la causa de Jesús.

¿Sirve de algo amar a María si no llegamos al gran puerto que es Jesús? ¿Es coherente piropear a María y dejar a un lado el fruto de sus entrañas? Hoy, en este día del Carmen, el homenaje es para una mujer que, siendo pobre, fue tremendamente rica. Hoy, en este día del Carmen, el mejor tributo que podemos ofrecer a María, es un cristianismo combativo, ilusionante y contagioso.
Si los hombres del mar, en esta jornada, se adentran en las aguas calmadas o peligrosas con el amparo de la Virgen del Carmen, qué bueno sería el proponernos que, durante el resto del año, lejos de olvidar a nuestra Madre en la hornacina de la esquina de nuestra existencia, la tuviésemos tan presente en nuestros pensamientos como Ella nos tiene constantemente ante Dios.
Hoy, con el corazón en la mano, la música en los labios, la Salve Marinera cruzando puertos, mares, barcas, cargueros, muelles….le cantamos y le decimos:
 
¡SALVE, ESTRELLA DE LOS MARES!
TU QUE CAMINAS SOBRE LAS AGUAS
Que miras en cada rincón
buscando una huella de Dios.
O que, como en Nazaret,
sigues afinando el oído
para escuchar la voz del Ángel Gabriel.
 
Tú, María, que sigues visitando
miles, millones de hogares
para que, salte de gozo
la vida y el encanto de la fe.
 
Tú, Virgen Santa del Carmelo,
que nos revistes con tu Escapulario
para que no olvidemos
que la fe tiene el color de la esperanza
el brillo del amor
el resplandor de la Verdad que es Jesús.
 
Míranos, Madre y Reina de los Mares,
y, con la fuerza del Espíritu Santo,
guíanos con el timón de la fe en Dios
Condúcenos guiados por Jesús
Aliéntanos con la presencia de tu ser virginal
Protégenos con tu Santo Escapulario
 
Y, cuando llegue el momento de nuestra partida,
haz que el Señor nos encuentre:
afinados en nuestras palabras
llenos de buenas obras
sin pliegue alguno en el alma ni en el corazón
y con los pies desgastados
de haber buscado al Señor en toda orilla.
Tú, María y Virgen del Carmen,
que caminas sobre las aguas
ojala siempre seas la brújula
que oriente nuestro caminar
hasta el día de nuestra muerte
Amén.