XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6,24-35:
¿Estomagos agradecidos?

Autor: Padre Javier Leoz  

 

Las personas, por lo que sea, nos dejamos seducir rápidamente por los sucesos extraordinarios. ¿Qué tiene el espectáculo que tanto atrae? Pues eso: espectacularidad, morbo. Nos deslumbra todo aquello que, aparentemente, está fuera de lo común.

1. -En el Evangelio de hoy, en la memoria de muchos, sigue viva la multiplicación de los panes. Sus bocas todavía permanecían abiertas ante el milagro: ¡hubo pan para todos! Pero, Jesús, era consciente de que aquella amistad que le brindaban, no era del todo sincera. Era un tanto interesada.

Siempre recuerdo aquel viejo refrán: “el amigo bueno es como la sangre, acude a la herida”. Jesús, como buen amigo, había acudido en socorro de los que tenían hambre material. Pero no quería que se quedasen en el aquel milagro. Para Jesús, el milagro, seguía siendo palabra. Una buena catequesis, una dinámica para despertar la fe en aquellos corazones cerrados a Dios. ¿Lo entendieron así aquellos estómagos agradecidos? ¿Buscaban a Jesús por la fuente de sus palabras o porque les colmaba de pan? ¿Amaban a Jesús por el Reino que traía entre sus manos o porque les había llenado de alimento sus manos abiertas?

También a nosotros, queridos amigos, el Señor nos interpela en este domingo. ¿Por qué le buscamos? ¿Porque en algunos momentos nos ha confortado en nuestra soledad? ¿Porque, tal vez, ha sido bálsamo en horas amargas o en momentos de pruebas? ¿Por qué buscamos al Señor? ¿Por qué y para qué venimos a la Eucaristía de cada domingo? Sería bueno, amigos, un buen examen de conciencia: ¿qué es Cristo para mí?

2. - La Iglesia, en estos momentos, también tiene el mismo problema que sufrió Jesús en propias carnes. Hay muchos que, lejos de verla como un signo de la presencia de Dios en el mundo, la toleran porque hace el bien. Porque soluciona problemas. Porque llega a los lugares más recónditos del mundo levantando hospitales, construyendo orfanatos o cuidando a los enfermos de Sida. Pero, la Iglesia, no desea que sea apreciada por su labor social o humana. Su fuerza, su orgullo y su poder no está en esas obras apostólicas (que están bien y son necesarias para calmar tantas situaciones de miseria o injusticias). El alma de nuestra Iglesia, de nuestro ser cristiano es Jesús. Un Jesús que tan sólo nos pide creer en El como fuente de vida eterna. Como salvación de los hombres y de todo el mundo.

3.- Hay un viejo canto que dice “todos queremos más y más y más; el que tiene un euro quiere tener dos; el que tiene cuatro quiere tener seis…..” Y a Jesús, primero, le pedían pan. Luego le exigían más y, al final, solicitaban de Cristo, todo, menos lo esencial: su Palabra, su Reino, la razón de su llegada al mundo.

Que sigamos viviendo nuestra fe con la seguridad de que, Jesús, sigue siendo el pan de la vida. Y, sobre todo, que amemos al Señor no por aquello que nos da, sino por lo que es: Hijo de Dios.

4.- TE BUSCO, SEÑOR

Aunque lo haga de una forma equivocada,

e incluso, a veces porque me das lo que me conviene.

Pero créeme, Señor, que te busco porque te quiero.

Aunque a veces la cruz me pese demasiado

Aunque, en otros momentos,

no entienda en algo o en mucho tus misterios

Aunque, la vida terrena,

me guste más que aquella que en el cielo me espera

TE BUSCO, SEÑOR

No por lo que me das, aunque me lo ofrezcas

No porque me acompañas, que te lo agradezco

No porque me iluminas,

aunque a veces prefiera vivir en la oscuridad

Sólo sé, Señor, que te busco.

En cada día y en cada acontecimiento

En la escasez y en la abundancia

En el llanto y en la sonrisa

Cuando las cosas vienen de frente

y, cuando el suelo por debajo de mis pies,

se abre en un peligroso boquete

TE BUSCO, SEÑOR

Aunque mi fe no sea sólida

y, a veces, exija pruebas de tu presencia

Aunque dude, y a continuación,

te de la espalda y no pueda defenderte

Aunque no trabaje demasiado

por tu causa y por tu Evangelio

Sólo sé, Señor, que no dejo de buscarte

Que no dejo de quererte

Que no dejo de de pensar

que, sin Ti, mi vida sea muy diferente.

Gracias, Señor