Solemnidad: La Asunción de la Santísima Virgen María
San Lucas 1, 39, 56:
Su destino será el nuestro 

Autor: Padre Javier Leoz  

 

¡Bendita Tú, María, porque por se fiel a Dios, eres elevada en cuerpo y alma hasta el mismo cielo!

1.- Así, hermanos, con emoción contenida hemos de expresar uno de los Misterios que desde hace siglos, el pueblo cristiano, ha vivido con sencillez y con convencimiento: María está donde tiene que estar: junto a Dios.

Su destino, la gloria del cielo, será el nuestro. Pasó haciendo el bien. Abrió sus entrañas para que Dios pusiera su morada en Ella. Cumplió la voluntad del Padre en todo y por donde sus pies pisaron. Su orgullo, su fortaleza, su locura y su encanto fue precisamente eso: volcarse en los planes que Dios había preparado y entretejido desde antiguo. ¡Bendita Tú, María, encontraste gracia ante Dios y, hoy, ese mismo Dios te llama a su presencia!

2.- Hoy, María, goza en la presencia del Padre. Se queda embelesada al contemplar la hermosura divina. ¿Qué sentirá María? ¿Qué dirá María? ¡Por fin se cumple uno de mis últimos sueños! ¡Recibí, vi y sentí al Dios humanado en la tierra y, ahora, me toca disfrutarlo y contemplarlo eternamente como Padre en el cielo!

Con esta fiesta, la Iglesia, nos invita a mirar una vez más hacia el cielo. Nuestro combate. Cada detalle realizado por Dios y en nombre de Dios, no quedará sin recompensa en la vida eterna. Y, un buen ejemplo, la Asunción de María. Hoy, las puertas de la Nueva Ciudad, se abren de par en par. A través de ellas entra la mujer que, siendo sencilla y pobre, amable y obediente, fuerte y solícita, logró enamorar al mismo Dios. ¿Cómo iba a permitir, ese mismo Dios, que tan beldad bajase para siempre al sepulcro? Pues, por esas mismas puertas, entraremos también todos aquellos que, con la ayuda del Espíritu Santo, respondamos con generosidad y con la misma valentía que María lo hizo hacia Dios. ¿Seremos capaces?

3.- La Solemnidad de la Asunción es como el escaparate al que un niño mira con atención porque, en su interior, se encuentran numerosos regalos. Y, el “pórtate bien” sabe lo qué significa: alguno de esos numerosos obsequios.

Así es la fiesta de la Asunción. Es un adelanto, una indicación que la misma Madre nos deja a nosotros sus hijos para que no nos alejemos del camino de la fe. Para que cumplamos, con tesón y con ilusión, aquello que más agrada al Señor. La Asunción de la Virgen nos invita a mirar, a pueblos, ciudades, iglesias y catedrales, ermitas y religiosos, sacerdotes y laicos, consagrados y a todo hombre y mujer de bien hacia lo más alto: el cielo.

--No podemos desperdiciar nuestro tiempo. María nos aguarda junto a Dios.

--No podemos romper nuestra alianza con el Señor. María nos ayuda a ser fieles

--No podemos apartarnos del camino verdadero. María es estrella que ilumina los pesares y las dudas

--No podemos consentir, que nada ni nadie, distraiga nuestra atención. María nos recuerda, con su triunfo, que sólo Dios permanece y que lo demás se extingue con las luces de nuestro último día.

Feliz Asunción, María

Feliz encuentro con el Padre, María

Feliz nuevo abrazo con el Hijo, María

Feliz visión del Espíritu Santo, María

Feliz re-encuentro con San José tu esposo, María

Que tengas una estancia, dichosa y eterna, junto a Dios en el cielo, María.

4.- ¡DISFRUTA, MARIA!

¡Vete! ¡Corre María!

La gloria de Dios te espera.

Cesan las palabras, el llanto, las pruebas,

las incomprensiones, la soledad.

Se acabaron los misterios

porque, allá en el alto cielo,

el Hijo que hizo tanto por el hombre

sonriente y gozoso te espera.

 

¡Sube! ¡Sube a lo más alto Virgen Santa!

Y, detrás de ti, deja huella de tu ascenso

porque, también los que te queremos,

los que en Dios creemos y esperamos,

necesitamos encontrar tu mismo camino

para un día, cuando cerremos los ojos,

entrar en él y no perdernos.

 

¡Disfruta! ¡Canta María!

Porque, bien lo sabes,

tu triunfo es corona que Dios

pone en tus divinas sienes.

Porque, Aquel que te eligió,

te quiere junto a El, te desea con El

no te quiere encerrada y fría en un sepulcro.

 

¡Dichosa Tú, María!

Encontraste gracia ante Dios

y, en la fiesta de tu Asunción,

el Padre y la Madre se encuentran de nuevo

La Madre y el Hijo se abrazan de nuevo

La Virgen que acogió al Espíritu Santo

gozan en la presencia de la Trinidad

¿Se puede gozar más, oh Madre Inmaculada?

 

¡Vete! ¡Descansa y guíanos oh Madre!

Para que ahora, nosotros, tus hijos

sigamos imitando de Ti,

lo que más agradó a Dios.

Para que ahora, nosotros, tus hijos

sintamos tu presencia y tu intercesión

¡Disfruta, oh Virgen, de mismo Dios!

Amén