XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 7,31-37:
¿Hay remedio para los católicos sordos y mudos?

Autor: Padre Javier Leoz  

 

1.- En el Antiguo Testamento, la enfermedad, era exponente del castigo de Dios. Hoy, si Jesús regresara camino de los “nuevos Galileas” (los lagos donde vivimos o mal vivimos, trabajamos o descansamos, cantamos o lloramos) se encontraría con un nuevo fenómeno: la sordera espiritual.

El Papa Benedicto, desde el mismo día del inicio de su pontificado, nos alertaba del “intento de silenciar a Dios en el mundo”. Es una de las afecciones más graves que existen en nuestra vida cristiana y contemporánea. Porque, aquí, en medio de nosotros, hay personas que oyeron hablar un día de Dios; de un tal Jesús de Nazaret; de la fuerza del Espíritu o de Santa María.

Todo ello, además, gracias a la mejor Madre y Maestra Espiritual que es la Iglesia. Pero ¿qué ha ocurrido? ¿Por qué los oídos tan despiertos para las sensaciones de mundo y tan opacos para las cosas de Dios?

Porque, lo malo, no es que existan instituciones, políticas y políticos, católicos y cristianos “duros de oído” para la voz de Dios. Lo malo es que esa sordera no es de nacimiento. El secularismo, el pragmatismo, la simple apariencia, la hostilidad hacia todo lo que “huela a iglesia” o “suene a Dios” ha logrado dinamitar la sensibilidad hacia la experiencia de Dios.

Por eso, el Señor, un Domingo más, nos dice: ¡Effetá! ¡Ábrete”.

2.- Hay dos tipos de sorderas en el mundo que nos rodea y que vivimos:

Una, la que por sistema y son contemplaciones, rechaza todo lo que tenga referencia a la cuestión religiosa y, otra más, la que escuchando la Palabra y afirmando que oye, a continuación, vive como si nunca hubiera entendido nada.

Por otra parte, si el Señor, se presentase de repente en muchas de nuestras parroquias y comunidades cristianas se encontraría, además, con una enfermedad que debilita o que condiciona la transmisión del Evangelio: los católicos mudos.

Los creyentes, y en el contexto que nos toca vivir, o somos intrépidos a la hora de manifestar nuestras convicciones religiosas o, por el contrario, nuestra fe quedará relegada a un plano peligrosamente intimista. Y, no lo olvidemos, el Señor nos dijo: ¡ID POR EL MUNDO! Desde luego, no nos dijo: ¡ID Y SED MUDOS!

El movimiento se demuestra andando. Y, la pertenencia –entusiasta y real- a la iglesia católica, se ha de evidenciar en una disposición para anunciar el evangelio; para ser portadores y generadores de nuevos cristianos; para no permanecer mudos ante una realidad que intenta poner auriculares al hombre para que sólo escuche el dictado de los poderosos, de los gobernantes o de las presiones mediáticas.

3.- La fe, con movimiento ascendente (hacia Dios) y descendente (hacia el hombre) también se demuestra andando. Que el Señor, que sigue obrando grandes maravillas y extraordinarios milagros en medio de su iglesia, en medio del mundo, nos haga ser conscientes de que la sordera espiritual se cura con la escucha pausada y reflexionada de la Palabra de Dios. Y que, por otra parte, nos haga comprender, que el permanecer mudos, no hace si no el ceder terreno para que otros, no precisamente en nombre de Dios, ganen terreno y sean altavoz de otros intereses muy distintos a los que proclama Jesucristo. ¿Sordos o mudos? De vez en cuando….de todo un poco.