III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Marcos 1, 14-20:
Fuego abrasador

Autor: Padre Jesús E. Osorno Gil. mxy

 

 

Celebramos el ‘año paulino’. Pablo, Maestro y apóstol de la fe. El primero en lanzarse a la misión fuera de las fronteras de su pueblo judío. Pablo, quien tuvo un encuentro personal con Jesús, el Cristo que le cambió y transformó su vida. Fanático, fundamentalista, intolerante da un salto de conversión radical a discípulo del Maestro que da a su corazón sanación y apertura universal.

Encendido en celo por la causa de su fe judía, va a Damasco con órdenes de detener y tomar prisioneros/as a quienes confiesan la ‘nueva fe’. Derribado de su caballo y cegado por una luz de ráfaga incendiaria, oye la voz que definirá su nueva vida: “Soy Jesús a quien tú persigues”. Voz, luz, incandescencia, fuego abrasador, postración y anonadamiento, se confunden, son lo mismo, suceden al unísono.

“Los santos son personas a través de las cuales pasa la luz”, decía una niña al ver los santos retratados en los vitrales de un templo. Pero en Pablo, no sólo pasa la luz, sino que pasa Alguien que es la Luz y se deja ‘pasar’, cocer por esa luz a tal punto que puede exclamar: “Mi vida es Cristo”. Se convierte así en la concentración cristocéntrica más totalizante  de la historia.

Para el ser cristiano de hoy, Pablo sigue siendo el apóstol de vanguardia por su celo, valentía, audacia, intrepidez. Valores hoy en mengua en nuestras comunidades. La luz no se hizo para esconderla, sino para repartirla. “Ardió el sol en mis manos, que es mucho decir, ardió el sol en mis manos y lo repartí, que es mucho decir”. Es la luz que transformó a Pablo y la repartió.

Cochabamba 25.01.09