VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Marcos 1,40-45: Discriminaciones

Autor: Padre Jesús E. Osorno Gil. mxy

 

 

Muros a la carta, controles con sabor a xenofobia, discriminaciones de género, raza, cultura, partidismos, clanes, elites, todo un mundo inveterado que defiende a ultranza capillismos, privilegios, títulos, noblezas, sangre azul. Según ellos/as, pertenecen a otra genética prototipo de seres superiores, así su alma sea tan mezquina que pareciera inexistente.

La lepra ha sido un signo de discriminación. El Antiguo Testamento, en tal forma lo proclama, que al menor síntoma, se les llevaba fuera del campamento. Manejaban un grito especial que los delataba como peligro a evitar. Se prohibía todo contacto con los/as afectados/as. No se les podía dar la mano.  Su exclusión era social y religiosa.

En el evangelio Jesús suprime todas estas fronteras, tira muros al suelo, polvoriza exclusiones, salta por encima de prejuicios, acaba con discriminaciones sociales y religiosas. Levanta puentes. Tiende la mano. Para Él sólo existe el ser humano, hombre y mujer, en igualdad, en dignidad, en respeto y trato sin miramientos o adjetivos discriminatorios. Busca la relación. Se abre al diálogo.

Las puertas están todas cerradas. El campamento está blindado. Afuera está la plebe, la marginación, el maloliente, la exclusión en general. ¿Cómo abrir las puertas? Hay que comenzar abriendo las puertas del corazón, hasta llegar a “un corazón sin puertas”, a “unas manos siempre abiertas”, tendiendo los aguayos para compartir por igual la vida, el sueño de un mundo nuevo.

Cochabamba 15.02.09