Autor: Padre Jesús Espéja, O.P
Con permiso de: palabranueva.net
La vida humana es un movimiento; continuamente cambiamos
biológica y psicológicamente; cada momento el organismo se renueva y se adapta.
En ese dinamismo de cambio avanza también la fe; nos vamos haciendo creyentes
cada día y cada instante. Pero ¿cómo mantener la fe o confianza en esa historia
cambiante?
La resurrección de Jesús fue un acontecimiento que tuvo lugar hace dos mil años;
pero los primeros cristianos vivían ese acontecimiento como teniendo lugar en
ellos. Y así san Pablo dice: “vivo, mas no yo, sino Cristo que vive en mí”. Esta
presencia viva del Resucitado en la intimidad de cada uno es lo que llamamos fe
cristiana, vivida intensamente en la primera generación cristiana.
Según el evangelio, el proyecto de Dios es que todos los seres humanos formen
una sola familia. Para ello se trae la imagen muy elocuente en el mundo rural
donde vivió Jesús, del pastor y las ovejas; el pastor va delante marcando el
camino y las ovejas, escuchando su voz, le siguen. “Escuchar” es más que oír;
dejar que la llamada, que todos los seres de algún modo sentimos en lo más
profundo y sano del corazón, transforme nuestra intimidad, inspire nuestros
programas y anime nuestra conducta. Jesús de Nazaret tejió toda su existencia
desde Dios-amor (Padre, Abba), Centro absoluto que mira con amor a todos los
seres humanos y trabaja para que todos lleguen a la vida en plenitud. La
presencia del Resucitado nos invita y nos impulsa para que “re-creemos” su
conducta histórica en nuestra propia historia. Eso significa vivir la
experiencia pascual.