La Sagrada Familia, Ciclo A

Mateo 2, 13-15. 19-23: Obedecer a Dios

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Cuando se marcharon los magos, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto; quédate allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo»” (Mt 2, 13-14)

Es todavía de noche cuando la Sagrada Familia sale de Belén nada menos que hacia el lejano Egipto, pero José está acostumbrado a obedecer a Dios y lo hace con prontitud. José no inquiere sobre las razones que puede tener Dios para ordenar ese viaje, porque Dios siempre sabe más. Obedeciendo a Dios el hombre no se equivoca nunca. Sólo se equivoca cuando el príncipe de la mentira distorsiona la realidad y hace que se vean con aparente claridad cosas que no son verdad. Bendita obediencia que descomplica el alma y hace que el hombre tenga una especial confianza con Dios.

 

El sacrificio que comporta ponerse en marcha –o lo que sea– cuando Dios lo pide traerá en seguida el gozo. Sin él saberlo, se están cumpliendo las Escrituras sagradas (de Egipto llamé a mi hijo). No conoce hasta cuándo tienen que estar allí. De momento está viviendo donde Dios quiere, como Dios quiere, con quien Dios quiere, hasta que Dios quiera. Procurando trabajar y entablar amistades, santificando lo que tiene en esos momentos entre manos. Porque ahí le espera Dios.

 

Cuando se ama la voluntad de Dios se es muy feliz. La imaginación –movida por la vanidad– puede sugerir que en otro lugar o con otras personas seríamos más felices o más eficaces. Pero no hay que esperar al día de mañana o a que cambien las circunstancias para servir a Dios. Ahora es cuando Dios nos espera. Entonces se cumplirán las palabras de Dios y estaremos escribiendo una historia humana que será a la vez historia santa (como la Historia Sagrada), en medio de la vida corriente.

 

¡Cuántas veces, Señor, no entiendo por qué me pasa lo que me pasa, y me cuesta aceptar tu voluntad, cuando en realidad cuentas con todo ese sacrificio mío para que te demuestre mi fe y mi obediencia, y Tú puedas escribir la historia que deseas! No quiero solamente aceptar lo que me duele, sino que lo amo, porque sé que Tú sabes más y sabes sacar mayores bienes. Confío en Ti.