III Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Juan 4, 5-42: Remover los corazones

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Entonces le dijo la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? Pues no se tratan los judíos con los samaritanos.” (Jn 4, 9)


Jesús se acercó a los hombres y habló con unos y con otras, con jóvenes y mayores, con judíos y paganos. Jesús no marginaba a nadie ni por sus creencias ni por ser de otro pueblo, ni por ser mujer. Él había venido a estar con la gente para interesarse por sus cosas, para ayudarles; para que esas personas acabaran interesándose por las cosas de Dios y, mejorando sus vidas, se acercaran a Él. La samaritana se queda desconcertada, reconoce que su vida no es recta ante la presencia del que acaba por reconocer como Mesías. Verdaderamente debió quedar fascinada por aquel hombre que le hablaba al corazón. Su encuentro con Jesús le hizo mucho bien.


Jesús nos ha enseñado cómo hemos de tratar a todos, incluso a aquellos a los que humanamente nos apetece tratar: hemos de hacerlo siempre con caridad. Por debajo del carácter de cada uno, de sus modales, incluso de sus errores aunque sean graves, hay una bodega donde siempre queda algo de agua pura, como un rastro de la acción creadora de Dios, un poso de bondad, una luz en su conciencia, donde es preciso llegar si queremos ayudarle. Nadie está en este mundo tan corrompido que sea un diablo; cualquiera –aunque haya tenido cinco maridos– puede volver por la contrición hacia Dios. Pero es preciso remover esa fibra de la conciencia, ese agua oculta, y echar en esa bodega el agua purificadora de la gracia de Dios.


Háblame, Señor, y transfórmame, remueve mi alma para que yo también me entusiasme, para que te reconozca como el valor más importante y ponga todo lo demás en su sitio. Quiero ser instrumento tuyo que, lejos de rechazar a nadie, sirva para Tú remuevas los corazones, hagas que se planteen las grandes preguntas y, desde la humildad, te encuentren a Ti, única verdad y único bien que eres capaz de calmar y colmar el corazón humano.