Solemnidad de Pentecostés, Ciclo A

Mateo 28, 16-20: Proselitismo

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos»” (Jn 20, 22-23)


Qué bien nos conoce Dios. Sabe que somos frágiles como el vidrio y que, aunque tenemos buena voluntad, a veces caemos, y si no nos quebramos del todo, sí nos damos golpes y nos descascarillamos. El nos quiere santos e inmaculados en su presencia, pero también hemos de querer nosotros volver, una y otra vez, a recomponernos. Basta que hagamos lo que Él nos dice para que nos pueda hacer santos.


Es un error tremendo pensar que no tenemos arreglo, como si estuviéramos corrompidos del todo, porque Dios sí puede mejorarnos. Pero también es falso que basta con dejar pasar el tiempo para que no nos remuerda la conciencia, como si nos fuéramos recomponiendo nosotros mismos sin necesidad de acudir a Dios.


El sacramento del Perdón es el medio establecido por Dios, y supone varios actos de humildad: reconocer que hemos pecado, pedir perdón a Dios y tener que exteriorizar nuestros pecados al sacerdote. Qué bien nos conoce Dios que pide un acto de humildad al que pecó por soberbia, un acto de obediencia al que le desobedeció. Y quien se acusa contrito y recibe la absolución que da el confesor tiene la seguridad de haber sido perdonado por Dios. Los protestantes no creen en el perdón de Dios porque piensan que no tenemos arreglo, y dicen que Dios no mira los pecados del que cree en Él; ¿pero quién les da esa seguridad? Nosotros tenemos la seguridad del perdón porque Jesús así lo enseñó.


Señor, gracias porque te tomas interés por mí y estás dispuesto a perdonarme todas las veces que acuda a Ti contrito. Gracias por tus sacerdotes, que entregan su vida para que Tú puedas dar la santidad a tus fieles. Gracias porque siempre que me confieso pecador Tú me renuevas, me limpias, me santificas.


¡Oh Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, ilumina mi entendimiento para que en mi examen de conciencia vea qué he hecho mal, y lo valore como el único y mayor mal que me puede suceder, porque me separa de Ti.