XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 14, 22-33: Fe

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Una mujer cananea... se puso a gritarle: Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David... El no respondió nada... Ella los alcanzó, se postró ante él y le pidió... Jesús le respondió: Mujer, grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas” (Mt 15, 21)


A veces podemos tener la impresión de que nuestra oración no es escuchada por Dios, y eso que le pedimos cosas buenas, y pedimos por los demás. Dios se hace rogar para probar nuestra constancia, porque mientras necesitamos de Él nos dirigimos hacia Él; quizá no rezaríamos si no necesitáramos nada. Pedir, hemos de pasarnos la vida pidiendo. ¿Hasta cuándo? Jesús también pidió en la cruz y parecía que su Padre celestial no le escuchaba, porque no le contestaba. Esa soledad fue terrible, pues se había confiado a su Padre y era como si le hubiera abandonado. Y el silencio del Padre llegó incluso hasta la muerte y el entierro de Jesús. Sólo después se descubrió que no le había abandonado en absoluto, pues le resucitó.


Silencio de Dios ante nuestra mirada, ante nuestra queja amorosa –que nunca debe ser queja angustiosa o desgarrada–. Jesús escuchó a la cananea desde su primera petición. Dios nos escucha siempre, desde el primer momento en que acudimos a Él. Pero desea que sigamos acudiendo a su misericordia, que se purifique nuestra petición. Porque en esa perseverancia se demuestra si la petición era egoísta, se demuestran la fe y el amor. Grande es tu fe, responde Jesús a aquella mujer. Ha superado la prueba, ha demostrado su amor desinteresado por su hija, y su fe recia en Jesús.
Saber esperar, sin impacientarse. Hemos de saber esperar en Dios, que tiene su tiempo previsto, que cuenta con la libertad de las personas, y que cuenta con nuestra petición.


Señor te pido que me concedas esto que necesito; te pido por esa persona que lo pasa mal. Sé que quieres nuestro bien y deseas concedernos lo que te pedimos. Pero aumenta mi fe para que no me canse; para que ante tu silencio no me parezca que me encuentro solo, porque sé que no es verdad. Digo como Tú dijiste: Padre, yo sé que siempre me escuchas (Jn 11,42), escucha las peticiones que hoy te hacemos. Que te haremos en la Misa, en la oración de los fieles.