XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 16, 21-27: Morir para vivir

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

““Jesús se volvió y dijo a Pedro: ¡Quítate de mi vista, satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios. Entonces dijo a sus discípulos: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt 16, 23-25)


El domingo pasado contemplábamos la alabanza que Jesús hizo a san Pedro por su confesión: había acertado al decir que Jesús era hijo de Dios porque había seguido la sugerencia del Padre. Pero en el pasaje inmediatamente siguiente, en el de hoy, Jesús rechaza a Pedro, le rechaza como si fuera satanás, como rechazó al diablo aquel día de las tentaciones, porque razonaba humanamente y pretendía, con buena intención, apartarle de la Cruz, de la Redención. Ver las cosas como las ve Dios, he ahí la cuestión; y en concreto conocer el sentido de la vida tal como Dios la ve y la desea: la renuncia al propio yo, la mortificación del egoísmo, como medio para hacer la voluntad de Dios.


La Redención, es decir, la vuelta a la vida sobrenatural de los hombres, pasaba por la pasión y la muerte del Mesías. Y la vida espiritual del cristiano pasa por la renuncia. Ya san Pablo habla de que hay dos leyes en nuestros miembros, la de Dios y la del diablo (Rm 7,23). Y no hay más remedio que luchar para vivir la vida tal como Dios desea para nosotros. Porque renunciar al capricho, a la comodidad, al egoísmo, y en general a lo que nos lleva al pecado no es limitación, sino liberación.


La renuncia por el reino de los cielos, el sacrificio trae consigo la vida, es una de las grandes paradojas del cristianismo. Que la buena vida, la vida que hace verdaderamente feliz a uno mismo y a los demás (y por eso la quiere Dios para nosotros) es la que se ve con los ojos de Dios, no precisamente la que se entiende con los ojos humanos, la que prefiere el vicio a la virtud.


Jesús, que rechazas como diabólico ese modo humano de pensar, ¡cuánto te debe gustar que yo intente seguir la vida que Tú nos propones! Que entienda que el sacrificio y la renuncia es seguir el camino verdadero que nos lleva hacia Ti; que entienda que tener la cruz es tenerte a Ti, y por eso, es tener la alegría y la vida.