XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 20, 1-16: Trabajar en la viña

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido” (Mt 20, 3-4)


Dios no cesa de mover los corazones de los cristianos para que trabajemos apostólicamente. Todos tenemos este encargo: a cada uno le llama y le envía para el advenimiento del Reino. «Esta vocación y misión personal define la dignidad y la responsabilidad de cada fiel laico y constituye el punto de apoyo de toda obra formativa (...). En efecto, Dios ha pensado en nosotros desde la eternidad y nos ha amado como personas únicas e irrepetibles, llamándonos a cada uno por nuestro nombre, como el Buen Pastor que a sus ovejas las llama a cada una por su nombre (Jn 10,3). Pero el eterno plan de Dios se nos revela a cada uno sólo a través del desarrollo histórico de nuestra vida y de sus acontecimientos, y, por tanto, sólo gradualmente: en cierto sentido, día a día» (Juan Pablo II, Ex. Ap. Christifideles laici, 58).


En cada jornada somos llamados por Dios para llevar a cabo sus planes de redención; cada día recibimos la gracia necesaria y Él espera que en esas circunstancias del trabajo, de la vida de familia o del descanso no sólo estemos cerca de Él, sino que sean ocasiones de apostolado. Aunque no participemos en una actividad organizada por una institución eclesiástica o no tengamos un encargo concreto, cualquier ocasión es buena para hacer apostolado con la palabra y con el ejemplo. Cada uno, si hace oración, se dará cuenta de lo mucho que puede hacer, porque el Señor se lo insinúa. Además, como decía un chico cristiano que fue a estudiar a Japón donde apenas hay católicos: «si no hablo a los demás de Dios, en diez años acabaré siendo como ellos».


Señor, quieres necesitar de mí, y estás dispuesto a pagarme generosamente; quiero decirte que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera; no me tienes que dar porque te quiera, pues ya me has dado demasiado generosamente. Muéstrame, Señor, tus caminos, muéstrame qué debo de hacer, que yo iré a trabajar hoy a tu viña, porque Tú lo quieres.