XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 22, 15-21: Ir a Misa

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Les preguntó: ¿De quién son esta cara y esta inscripción. Le respondieron: Del César. Entonces les replicó: Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 20-21)


Necesariamente tenemos que cumplir una serie de obligaciones laborales, familiares, sociales, cívicas,... Pero además tenemos unas obligaciones para con Dios. Cada cosa requiere su tiempo, y si no se llega a todo, tendrán que ceder las actividades menos importantes. A lo largo de los siglos y a lo ancho del mundo, en todos los pueblos la gente ha dado culto a Dios. En el pueblo de Israel, Dios concretó el culto en unas ceremonias, recogidas en el Levítico, y en su Iglesia ha establecido otras: los sacramentos y la oración, principalmente. Y como acto de culto supremo, la Santa Misa.


El hombre es la única criatura en la tierra que puede relacionarse con Dios. Y una vez que Dios ha establecido el culto que desea recibir, el cristiano no se plantea el ir a Misa sino como un honor, como la posibilidad de entrar en relación con Él. Por eso, durante siglos, en la Iglesia no había ningún precepto de asistir a la Eucaristía los días de fiesta, ¿cómo no iban a ir si eran cristianos? ¿cómo no iban a querer estar con Jesucristo? Sólo cuando la gente comenzó a perder la fe y el amor y dejó de participar en el acto de culto, la Iglesia, como Madre que es, impuso el precepto de asistir algunos días de fiesta.


¿Cuánto tiempo dedico al trabajo, a la alimentación, al sueño, a leer? ¿Me parece excesivo dedicar una hora a la semana a relacionarme con Dios? Si se me hace larga la Misa, ¿no será que es corto mi amor? ¿Antepongo otros asuntos a la Misa o veo a Dios como lo más importante en mi vida? ¿Comprendo que participar es tomar parte, entendiendo lo que significan los ritos, estando atento, haciendo actos de fe, esperanza y amor?


¿Sé que la Misa la dice Cristo y no un hombre? ¿Es realmente la Misa para mi un acto de culto, no sólo del sacerdote, sino mío también, un encuentro personal con Dios?