V Domingo de Pascua, Ciclo B

Juan 15,1-8: Sarmientos de la vid

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en  la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos” (Jn 15, 4-5)

La santidad en esta tierra no consiste en la ausencia de tentaciones, sino en tener las potencias ordenadas. No consiste incluso en no tener caídas, sino en levantarse siempre. Para la santidad es preciso luchar, esforzarse por hacer el bien, pero tampoco la santidad consiste esencialmente en el esfuerzo. La santidad consiste en estar unido a Cristo por la gracia.

Para esto es necesario buscar la voluntad de Dios y ponerla en práctica: creer y bautizarse, con todo lo que estas palabras encierran: cumplir los mandamientos, unirse a Cristo en los sacramentos y en la cruz de cada día. Vivir en estado de gracia, realizando obras buenas, especialmente recibiendo los sacramentos, pues en ellos nos revestimos de Cristo. Además la oración y la mortificación.

Por el bautismo hemos sido injertados en Cristo, como una rama en una cepa, y ahora somos como sarmientos suyos. Se puede decir que por las venas de nuestra alma circula la vida de Cristo, la vida sobrenatural.

Dios ha querido asociarnos a su vida eterna y feliz, pero es preciso realizar de vez en cuando una poda porque estamos sobrados de egoísmo y de todo lo que eso implica. Quitar ramas secas y hojarasca del «hombre viejo» para tener más savia joven, vida nueva del Espíritu.

¿Qué he de hacer, Señor, para identificarme contigo y vivir sólo de Ti? Acudiré con frecuencia a la Santa Misa venciendo mi comodidad; y me llegaré a Ti en el sacramento de la reconciliación cuando advierta que la avaricia, la ira, la sensualidad, etc., me hayan distanciado de Ti. Y lucharé contra las tentaciones, que Tú conoces, Señor, para no separarme nunca de Ti.

Madre nuestra, María, que en este mes de mayo te honramos y acudimos a tu protección; ayúdanos en nuestras peleas contra el enemigo que quiere que seamos sarmientos secos para el fuego eterno, y llévanos siempre a Jesús.

 

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