XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 4, 26-28: Paciencia

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra, y ya duerma o vele, sea de noche o de día, la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma da el fruto: primero la hierba, después la espiga, después el grano” (Mc 4, 26-28)

 

El hombre paciente se asemeja al labrador que acomoda su tarea al ritmo propio de la naturaleza, al arado, la siembra, el riego... Cada cosa tiene su momento y hay que esperar meses hasta recoger, multiplicados, los granos que se sembraron y se convertirán en pan. El impaciente querría recoger sin seguir todos los pasos. Hasta para hacer el bien es preciso la paciencia. Todos necesitamos del paso del tiempo para que la semilla de la palabra de Dios vaya arraigando y creciendo dentro de nosotros.

Dios se acomoda al compás de las personas y de las cosas sin acelerarlo. Parece como si Dios no tuviera prisa, pero al pasar el tiempo, sucede lo que tenía previsto, si se han dado los pasos. Es importante no impacientarse ante uno mismo, pensando que no se mejora, que no se vence una dificultad. Y es importante en el apostolado no pretendiendo recoger el fruto que aún no está maduro, pues se estropeará. Las plantas no crecen tirando de ellas hacia arriba. La conversión o la vocación es una tarea del Espíritu Santo que remueve los corazones, cuenta con las circunstancias personales y ambientales y con el paso del tiempo.

No es que las cosas se arreglen solas (porque la paciencia está en las antípodas de la pereza) ni con el mero paso del tiempo. Es que los grandes frutos no pueden apresurarse, se logran con la paciencia que es confianza en Dios y respeto a los demás.

 

Ven, ¡oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos; fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo; inflama mi voluntad... He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después..., mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de Sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras (San Josemaría Escrivá)

 

 

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