XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Juan 6, 33-35: Pan de vida

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“«El pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo». Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les respondió: «Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed»” (Jn 6, 33-35)

 

La Eucaristía es presencia permanente y alimento. Pan vivo que ha bajado del cielo, que da la vida al hombre, la vida de Dios. Vida sobrenatural que transforma, que lleva en sí el germen de la vida eterna. Quien tiene esta vida ya no muere ni tiene sed, porque es como un agua que salta hasta la vida eterna. La Eucaristía es el centro de la vida cristiana porque en ella se encuentra Cristo. Quien come su Cuerpo y bebe su Sangre habita en Él, se hace una sola cosa con Cristo. Pero es una vida no sólo para ser vivida, sino también para dar vida a otros. La Eucaristía es como el pan que tomó Elías para caminar durante cuarenta días seguidos, de ahí viene la fuerza que necesitamos para irradiar a Cristo a nuestro alrededor.

Comunión con Cristo y comunión con los hermanos. La Eucaristía nos une a cuantos se unen a Cristo, especialmente en su oración con Jesús Sacramentado. Queremos unirnos ahora a la oración de la Madre Teresa de Calcuta ante Jesús Sacramentado:

«Dios mío, creemos que estás aquí. Te adoramos y te amamos con toda nuestra alma y corazón porque eres el más digno de todo nuestro amor. Deseamos amarte como te aman los bienaventurados en el Cielo. Adoramos todos los designios de tu divina Providencia, y nos sometemos enteramente a tu voluntad. También amamos a nuestro vecino a través de Ti, como nos amamos a nosotros mismos. Perdonamos sinceramente a todos los que nos han herido, y pedimos perdón a todos los que hemos ofendido.

Querido Jesús, ayúdanos a esparcir tu fragancia por donde quiera que vayamos. Llena nuestra alma de tu espíritu y vida. Penetra y posee todo nuestro ser profundamente. Que nuestra vida pueda ser un resplandor de la tuya. Resplandece a través de nosotros, y permanece en nosotros para que toda alma que encontremos pueda sentir tu presencia en nuestra alma.»




 

 

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