XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 12, 28-30: Todo por amor

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

       “Un escriba le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?» Jesús respondió: «El primero es: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas»” (Mc 12, 28-30)

No podemos vivir sin amor; si no lo experimentamos, nuestra vida carece de significado, porque hemos nacido para amar y ser amados. Dios nos conoce muy bien porque nos ha creado, por eso nos ha señalado este precepto que resume la actitud fundamental que ha de tener el hombre: todos sus pensamientos y acciones deben girar, de una u otra manera, alrededor de Dios, que es Amor. Después hemos de amar a los demás, pero primero es lo primero.

Amar a Dios es reverenciarle y obedecerle filialmente, es mostrarle agradecimiento por sus favores, y supone un total sometimiento a su querer. Ningún afecto, ningún pensamiento, ninguna acción pueden quedar fuera de Dios. El nos ha creado y elevado al orden sobrenatural con alma y cuerpo; y así, con alma y cuerpo, hemos de quererle y servirle en esta vida. Como Cristo nos demostró su amor en la cruz.

Necesariamente tenemos que estar en lo que hemos de hacer en cada momento, pero todo lo que hagamos ha estar bajo este prisma, incluso el amor a los demás. Porque el motivo final de todas y cada una de nuestra acciones es absoluto: o es el amor a Dios o es el amor al propio yo.

Como las cuerdas de la guitarra necesitan estar afinadas para sonar bien, hemos de estar en tensión en el amor a Dios, cumpliendo nuestros deberes. El tiempo es breve y el Señor espera encontrarnos en la plenitud de nuestro amor cuando llegue. Por tanto, hemos de seguir el consejo de san Pablo: Ya comáis ya bebáis, hacedlo todo para la gloria de Dios (1 Co 10,31). Nada en nuestra vida debe quedar al margen del amor a Dios.

Limpia mi corazón, Señor. Yo procuraré que estés en mi mente, en mi modo de razonar, en mi imaginación, en mi memoria. Que estés en mis amores humanos para que sean rectos y verdaderos. Que no haya dentro de mí nada que no te guste. Ayúdame a tener presencia de Ti.







 

 

.