XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 12, 42-44: Generosidad

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

      

“Pero al llegar una viuda pobre, echó dos monedas que hacen un cuarto. Llamando a sus discípulos les dijo: Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca más que todos los otros. Pues todos echaron de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha echado todo lo que poseía para su sustento»” (Mc 12, 42-44)

Dice san Ireneo en este punto que «los antiguos hombres debían consagrarle a Dios los diezmos de sus bienes; pero nosotros, que ya hemos alcanzado la libertad, ponemos al servicio del Señor la totalidad de nuestros bienes, dándolos con libertad y alegría aun los de más valor, pues lo que esperamos vale más que todos ellos; echamos en el cepillo de Dios todo nuestro sustento, imitando así el desprendimiento de aquella viuda pobre del Evangelio» (Contra las herejías).

Ante la generosidad de Dios que nos ha enviado a su Hijo amado, ante Jesús que se entregó del todo por cada uno –por mí- y se ha quedado en la Eucaristía, no cabe otra moneda que la generosidad: no dar los restos, lo que sobra, sino echar el resto, hasta el final. Todo lo nuestro ha de ser de Dios, también los bienes que tenemos: todo ha de estar de una manera u otra a su servicio.

El Señor sale a nuestro encuentro cada día pidiendo, facilitando nuestra entrega, para cambiarla en santidad y en vida eterna. Puestos en presencia de Dios entendemos que no tiene sentido el cálculo egoísta, que deja posos de tristeza. Quien es generoso comprende bien que quien da, recibe. No es el premio, sino el amor lo que lleva a dar, como el niño pequeño a quien su madre le pide algo, le da todo lo que lleva en el bolsillo. A fin de cuentas son naderías, pero si es todo lo que tiene, vale mucho.

¿Qué es lo que me pide Dios ahora? ¿Qué me costaría darle? Diré con san Ignacio:

Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, todo mi haber y poseer; Vos me lo disteis, Señor, a Vos lo torno. Todo es vuestro, disponed de mí según vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta.







 

 

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